Lidiar con la retórica de la muerte es tan complicado como engañoso. ¿Cuánto representa un ejecutado? ¿Es tan importante uno como 200? Preguntas recurrentes que nos vamos respondiendo quienes trabajamos en coberturas de riesgo y que fustigan nuestra conciencia.
Y les comparto esta reflexión porque hace unos días recorrí un rancho que Los Zetas habían utilizado como base durante los últimos años. Allí asesinaron y enterraron a decenas de personas.
¿Qué nombre debía ponerle a este lugar? ¿Narcocampamento? ¿Campo de exterminio? ¿Cocina (humana)? Mi incliné por narcocampamento porque sintetizaba las operaciones del crimen organizado con una metodología que causó estragos en Nuevo León.
Después entrevisto a madres de desaparecidos y me plasman su visión desde la perspectiva del exterminio y lo sistemática de la metodología criminal para aniquilar a miles de personas en Nuevo León.
¿Me equivoqué al identificarlo como narcocampamento? O me habré acostumbrado a una realidad que es demasiado terrible como para suavizarla con sinónimos. Porque en estos metros mataban a machetazos, los colgaban y desmembraban antes de enterrarlos. ¿Cómo le llamamos a eso?
Tan repulsivo es imaginarlo como obligatorio debiera ser plasmarlo con su verdadera crudeza. ¿Duele? Sí ¿ofende? Ni modo. ¿Vale la pena maquillarlo? Nunca y por eso comprender que este lugar estaba a un par de kilómetros de un destino turístico (Grutas) es clave. Misma importancia que debiéramos otorgarle a la responsabilidad del actual gobernador (alcalde de García en ese tiempo) y otros funcionarios que nunca respondieron por lo ocurrido.
Por eso me quedaré con el concepto de campo de exterminio y la crueldad que representa. Este lugar combina impunidad delincuencial con negligencia y corrupción; porque seremos muy ilusos si creemos que estas operaciones sanguinarias a gran escala pueden realizarse sin tener a las autoridades locales en el bolsillo y fomentar un libertinaje delincuencial del que todavía hoy no tenemos reales dimensiones.
Twitter: @santiago4kd
