Si lo pensamos bien, el invento que cambió la forma en que escribimos no fue el lápiz, ni mucho menos la tinta o la máquina de escribir. Fue el borrador. Esa pequeña pieza de goma que nos dio permiso de equivocarnos y de volver a intentar. El borrador no solo borra errores, también borra miedos: el miedo a no hacerlo perfecto a la primera, el miedo a equivocarse frente a otros, el miedo a dejar una idea equivocada para siempre.
Hoy, en plena era de la inteligencia artificial, necesitamos rescatar esa misma filosofía. La IA no vino a darnos verdades absolutas, sino borradores infinitos. Y depende de nosotros revisarlos, corregirlos y darles el toque humano que los hace únicos.
Por eso propongo un acrónimo más en la lista del Terco Digital, útil para usar la IA de forma responsable y creativa: BORRAR.
B – Busca: Formula tu pregunta con claridad; una instrucción vaga solo genera confusión.
O – Observa: Analiza críticamente la respuesta; no todo lo brillante es correcto.
R – Replantea: Cambia la instrucción. Las segundas preguntas casi siempre son mejores.
R – Refina: Ajusta detalles. La IA entrega diamantes en bruto que deben pulirse.
A – Asegura: Valida con fuentes confiables y contexto real.
R – Repite: El valor no está en el primer intento, sino en la reiteración.
El error más común al usar IA es aceptar la primera salida como definitiva. Como si la máquina supiera más que nuestra experiencia o criterio. Y no es así. Igual que un lápiz en papel, la IA solo pone las bases; lo que hacemos después con ellas es lo que realmente cuenta.
Aquí es donde maestros, empleadores y creadores debemos cambiar la perspectiva: no calificar el resultado que entrega la IA, sino el proceso de BORRAR que sigue el usuario. ¿Formuló la pregunta con claridad? ¿Replanteó cuando algo no hacía sentido? ¿Validó con fuentes confiables? ¿Fue capaz de iterar hasta encontrar un valor real? Al final, la innovación no está en que la IA nos dé un texto perfecto, una imagen sorprendente o un cálculo preciso. La verdadera innovación está en aprender a borrar y volver a escribir.
El lápiz abrió la puerta, la IA la expandió... pero es el borrador el que nos recuerda que siempre podemos empezar de nuevo.