Política

Francisco, 10 años y México

Hoy, 13 de marzo, se cumplen diez años de la elección de Jorge Mario Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires, Argentina, y miembro de la Compañía de Jesús, como obispo de Roma y con ello, Pontífice de la Iglesia católica. Son diez años con aires e impulsos renovadores en la Iglesia católica no percibidos desde que Juan XXIII convocó a un Concilio hace 60 años que marcó un antes y después: el Concilio Vaticano II (1962-1965).

El próximo 19 de marzo, en cambio, se cumplirán diez años del inicio de su pontificado y gobierno. Tras de sí, el pontificado de continuidad de Benedicto XVI, quien gobernó de abril de 2005 al 28 de febrero de 2013, al hacer efectiva su renuncia anunciada días antes, el 11 de febrero de ese año. Detrás de Benedicto XVI, el largo pontificado de Juan Pablo II (1978-2005), sólo superado por Pío IX (1846-1878).

Los dos lustros de Francisco se pueden abordar desde distintas facetas: su magisterio social, su magisterio moral, la reforma a la Curia Vaticana, la recuperación del Concilio Vaticano II desde la práctica y experiencia de América Latina, su estilo personal, su accionar en la geopolítica, su actuar en el ecumenismo, el abordaje y tratamiento de dos elementos críticos para la Iglesia, como es la pederastia y la corrupción en las finanzas del Vaticano, su posición con los grupos ultraconservadores de distintas líneas, el acotamiento al Opus Dei, la intervención a los Legionarios de Cristo, etcétera. Cada uno ameritaría un abordaje, e incluso, habría que situarlos desde lo local a lo global y central para la Iglesia, como sería con la Iglesia católica en Italia, en Alemania, en España, en Irlanda, en Francia, en Brasil, en Estados Unidos, en países de África, en México. Un abordaje de las facetas del pontificado de Francisco desde lo local nos ofrecería identificar rasgos comunes, líneas programáticas, pero también la concreción de lo plural, polifacética, diversa que es la Iglesia católica. O como dirían algunos: se observaría la catolicidad (universalidad) de la Iglesia.

Por lo anterior, expongo algunos elementos que nos permitirían comenzar y adentrarnos al Pontificado de Francisco desde México, sin perder de vista que no se puede abordar de manera aislada, como si la Iglesia católica en México fuese una isla en el concierto de toda la Iglesia y mucho menos desde el centro de ella: el Vaticano y su gravitación de gobierno, que es la Curia vaticana.

México es más que conocido para Francisco. Para la Iglesia, México es estratégico en lo geopolítico y religioso. México es la bisagra entre el sur y el norte de América; es referencia obligada, de tal suerte que lo que se decida y configure desde y para México, tiene implicaciones allende las fronteras eclesiásticas.

Detalles que marcan la importancia y trascendencia de la Iglesia católica en México para la Iglesia global. Fuera de su primer y único viaje en 2013, a Río de Janeiro, Brasil, programado por Benedicto XVI, sus viajes a este continente comenzaron del sur al norte: Ecuador, Bolivia y Paraguay en 2015 con alto contenido social; al año siguiente comenzó con México, centrando su atención en el Episcopado Mexicano, a través de un “discurso-mensaje” que caló y cimbró a la estructura jerárquica, pero con “relectura” para el resto de episcopados de América (ver http://bit.ly/1TgUg0S), así como en dos zonas emblemáticas sobre dos fenómenos que azotan al continente: violencia y narcotráfico en Morelia, Michoacán, migración en Ciudad Juárez, Chihuahua. Ese año, cerró su recorrido en América con Estados Unidos y la Organización de las Naciones Unidas. Su ruta fue del sur al norte.

¿Qué ha sucedido en México bajo el pontificado de Francisco? Van unos datos que ameritarán una lectura a detalle, pero que, en su conjunto, comienzan a dar pistas.

Se crearon cinco diócesis (demarcaciones eclesiásticas): Izcalli, Nogales, Azcapotzalco, Iztapalapa y Xochimilco. Si bien su proceso de creación comenzó años antes de Francisco, con él se concretizaron. Tres de esas diócesis, Azcapotzalco, Iztapalapa y Xochimilco surgieron “desprendiéndose” de la Arquidiócesis Metropolitana de México, con lo que sólo queda Guadalajara como la que sigue para armar su división con nuevas diócesis para una mejor atención pastoral. En la mira como opciones para nuevas sedes episcopales: Ocotlán, Ameca, Zapopan y/o Tlajomulco.

En la actualidad, de los 122 obispos en funciones en México, 54 fueron promovidos al episcopado por Francisco, es decir 44.26 por ciento; 31.15 por ciento por Benedicto XVI y el restante 24.59 por ciento por Juan Pablo II. Un episcopado en transición generacional. Sin embargo, cuatro clérigos mexicanos fueron promovidos al Episcopado en este periodo, de los cuales dos ya fallecieron y otros dos son nuncios apostólicos: Fermín Emilio Sosa Rodríguez, originario de Mérida, Yucatán, nuncio en PapuaNueva Guinea, y Javier Herrera Corona, de Autlán, Jalisco, nuncio en República del Congo y Gabón.

En cuanto obispos que han fallecido en su pontificado se registran 52, de los cuales dos él promovió al episcopado; obispos a quienes les aceptó su renuncia por llegar o superar el límite de edad, 41.

¿De dónde hansurgido los obispos con Francisco? Destacan: Monterrey, 9; Guadalajara, 5; Ciudad de México, 4; Yucatán y Puebla, 3 cada una; Tuxtla Gutiérrez, Zamora, Morelia, San Juan de los Lagos, 2 de cada una. De otras 19 diócesis, uno obispo cada una. Pero también ha promovido a ocho religiosos para obispos: dos franciscanos, un agustino, un Misionero del Espíritu Santo, un Salesiano, un Josefino, uno de la Natividad de María y uno del Instituto del Prado.

Es de señalar que a partir del final del pontificado de Juan Pablo II la Arquidiócesis de Monterrey comenzó a ser “productora” de obispos, aumentando constantemente el número para llegar a desplazar a Guadalajara como la “casa madre” de obispos en México. Así, Guadalajara y Monterrey, liderean. Incluso, si se agrupan por entidad de origen de los obispos, Nuevo León y Jalisco son las principales “proveedoras” con diez cada estado.No perder de vista que las demarcaciones eclesiásticas, diócesis, no corresponden a las entidades federativas, de tal suerte que en un estado pueden estar varias sedes episcopales: en Nuevo León dos (Linares y Monterrey), y en Jalisco cuatro (Guadalajara, San Juan de los Lagos, Autlán y Ciudad Guzmán). Luego están Michoacán con seis y Ciudad de México con cinco. Y si se observa por regiones, ahí sí, el Occidente y el Bajío liderean con 20 obispos surgidos de esa zona.

El Pontífice no solo elige obispos, también los promueve-cambia a otras sedes, con lo que reconfigura presencia y contrapesos. En diez años ha hecho 49 cambios, de los cuales, 31 fueron promociones cambiándolos de diócesis u otorgándoles residencia, así, 29 de esos cambios fue la promoción de obispos auxiliares que pasaron a ocupar la titularidad de una diócesis, pero también de todos los cambios, a 16 los llevó a una tercera diócesis. De esos 16, a dos ya los había cambiado anteriormente; en tanto, a dos que había cambiado por segunda ocasión, los llevó a una tercera diócesis. Cada cambio habrá que observarlo desde el actuar, desarrollo personal, necesidades o los movimientos de quienes los gestionan desde México al Vaticano.

En la Iglesia hay adagios que sintetizan y ayudan a entender lo que sucede. Uno de ellos, clave, es “de Roma viene a lo que Roma va”.

La creación de diócesis, la promoción e incluso bloqueo de clérigos al episcopado (por cada obispo nuevo hay una terna que llega al Papa, y antes, una lista que se decanta en México mediante escrutinios secretos a clérigos y algunos laicos), la aceptación de renuncias antes o después de los 75 años de edad, incluso en edad, la remoción y promoción-cambio de obispos de una sede a otra, se gesta desde el lugar y se opera a través de la Nunciatura Apostólica, a no ser que el “peso” del obispo sea tal en el Vaticano que lo gestione directa o personalmente.

México, con Francisco, ha tenido tres nuncios: Christophe Pierre (heredado de Benedicto XVI y a quien en 2016 trasladó como nuncio a Estados Unidos), Franco Coppola (de 2016 a 2021) y Joseph Spiteri (a partir de 2022).

Ahora, con diez años como Pontífice, a partir de finales del próximo abril, luego de la Asamblea General de Pascua que realizan los obispos mexicanos en su sede del Lago de Guadalupe, Estado de México, comenzarán en grupos la vista Ad LíminaApostolorum (A los santos sepulcros de los Apóstoles Pedro y Pablo) que al menos cada cinco años deben realizar todos los obispos para presentar el estado en que se encuentran sus diócesis ante los dicasterios y secretarías del Vaticano y un encuentro con el Papa, además de una celebración especial en la cripta donde está sepultado San Pedro y la basílica de San Pablo Extra Muros.

Para esta visita “Ad límina”, los obispos mexicanos ya enviaron los informes particulares de cada diócesis, y el pasado 24 de febrero, el Consejo de Presidencia de la Conferencia Episcopal Mexicana (CEM), se reunió con el papa Francisco, y en días previos con el secretario de Estado, Pietro Parolin, otros responsables de áreas del Vaticano. Allá entregaron el diagnóstico de México y la Iglesia mexicana que se ha elaborado desde hace dos años como parte camino sinodal que comenzaron en cada diócesis, a escala nacional y ahora en fase continental, para que en 2024, se realice una asamblea general en el Vaticano; además de intercambiar información con vistas a la visita “Ad límina” de todo el Episcopado.

Será la segunda visita “Ad límina” que realicen los obispos mexicanos ante el papa Francisco. La primera fue en 2014, donde se fraguó la visita del Papa a México para 2015 y el efecto-intención que esta tuvo. Ahora, esto no quiere decir que ahora se prepare otra visita, máxime cuando México está por comenzar un proceso electoral, pero sí, un evaluación-ajuste al rumbo que el Episcopado ha tomado sobre todo en estos recientes años, donde ha sido más activo al definir en su agenda: la paz, migración y educación, puntos de tensión con la actual administración federal.

Twitter: @jrubenalonsog

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Rubén Alonso
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