Eso de que las vacunas contra el SARS-CoV-2 van a ser aplicadas por brigadas de doce personas como que no se entiende. Además del médico y del enfermero, ¿se necesitan realmente cuatro militares, cuatro “servidores de la nación y dos voluntarios para llevar a cabo la tarea? ¿No tenemos ya, en este país, toda una infraestructura sanitaria —clínicas, hospitales, dispensarios y centros comunitarios de salud— gracias a la cual los programas de vacunación, en los tiempos del satanizado neoliberalismo y bajo la férula del repudiable PRIAN, se realizaron de manera muy efectiva? Pues, miren ustedes, en estos momentos y disponiendo de esa misma red pública de salud, faltan vacunas y están volviendo, por ello mismo, enfermedades que en el pasado inmediato habían sido prácticamente erradicadas. Ah, y hay además un desabasto, en todo el territorio nacional, de la vacuna BCG: 500 mil niños están en riesgo de contraer tuberculosis.
Lo de salir ahora a inocular a la gente será un tema de logística, desde luego, y los dos médicos que integran cada comando sanitario no pueden transportar las vacunas ni cargar los refrigeradores que necesitan las dosis de Pfizer ni montar las tiendas de campaña que imaginamos se instalarán en las zonas rurales (aunque, caramba, parece ser que los pobladores recibirán atención en los llamados Centros Integradores del Bienestar, los locales donde la 4T ya reparte las pensiones y las becas a los beneficiarios de sus programas sociales) ni defenderse de los ataques de los canallas que asolan el territorio patrio.
Pero para eso está y para eso existe, justamente, el aparato del Estado mexicano. El problema es que con el advenimiento del régimen de la 4T miles de médicos y enfermeras que laboraban en el sector público fueron echados a la calle. Los afectó directamente el programado adelgazamiento de las estructuras gubernamentales bajo el ejemplarizante signo de la austeridad. Hemos visto, luego, que esa política tan desaforadamente neoliberal ha significado un auténtico austericidio y que las consecuencias han sido punto menos que desastrosas: desempleo, entes públicos ineficaces, incapacidad administrativa y, en lo referente al manejo de la epidemia, un fracaso total (considerando meramente las cifras oficiales y no el número de muertes en exceso, algo así como 350 mil, según algunas estimaciones).
Al mismo tiempo que el régimen de la 4T comenzó a desmantelar los organismos públicos y a despedir a los trabajadores, le dio empleo a más de 18 mil “servidores de la nación” —antiguos activistas de Morena y promotores del voto— para operar sus políticas asistenciales en todo el país. Esos brigadistas son los que nos van a vacunar. Bueno, no aplicarán las inyecciones. Pero estarán ahí, bien presentes, para que sepamos a quién tenemos que agradecerle el favor.