Política

La afición a las mentiras

¿En algún momento vimos a Felipe Calderón balbucear o tambalearse al ir andando o soltar alguna barbaridad por encontrarse alcoholizado?

No, jamás. El hombre, por el contrario, se expresó siempre con ejemplar claridad y en pleno dominio de sus facultades. Ah, pero bastó el infundio de un periodista para que se universalizara la especie de que se emborrachaba y la gente, a partir de ahí, no paró de  señalarlo y ridiculizarlo, a contracorriente de las simples evidencias.

Tampoco hubo un fraude en las elecciones de 2006, ganadas precisamente por el personaje al que se le endilgó parecido rasgo de personalidad (por cierto, quienes bebían, y mucho, eran Margaret Thatcher y Winston Churchill, entre otros líderes mundiales), pero la acusación de que el candidato panista “se robó la elecciones” en complicidad con el IFE y los poderosos de siempre —que ahora ya no lo serían tanto, miren ustedes, porque todo ha cambiado bajo el imperio de doña 4T— resultó tan rentable políticamente que en estos mismísimos momentos sirve de argumento para arremeter, justamente, contra el organismo del Estado que llevó a cabo ese proceso electoral y que certificó el triunfo del actual presidente de la República.

Y, no, el antedicho Calderón no emprendió la llamada “guerra” en contra de las organizaciones criminales para “legitimarse” luego de sentirse, él mismo, un usurpador, o algo así, sino que su proceder se derivó meramente de una razón de Estado, a saber, la necesidad de responder con la fuerza pública y los organismos de seguridad de la nación al creciente dominio de los delincuentes en amplias regiones del territorio de México.

El asunto es que, sembrada la mentira, los adherentes se aparecen por doquier y la propalan alegremente a los cuatro vientos. No sería únicamente un desquite personal lo de denostar, atribuyéndole yerros e infamantes acciones a quien ocupa una posición de poder o alcanzado cierta notoriedad, sino que viene siendo una suerte de reparación, un acto en el que el hecho de rebajar al sujeto señalado sirve para satisfacer la necesidad de saberse poseedor de una verdad ocultada a los demás, una especie de privilegio en el que la información, así de esperpéntica o insólita como sea, termina siendo un tesoro al que se le pueden extraer muy apetecibles rendimientos.

La mentira es una plaga de estos tiempos. La democracia parecía edificarse ejemplarmente en el reino de la verdad pero, por ello mismo, es la primerísima víctima de los inescrupulosos heraldos de los más miserables e interesados embustes. En la mira de los falsarios se encuentran no sólo sus adversarios políticos sino todo aquel que no comulgue con la ideología que pretenden imponer al prójimo y, de tal manera, su disposición a fabricar calumnias es infinita.

La bajeza no parece ser un dominio prohibido por la moralidad sino, al contrario, un instrumento para derribar vilmente el edificio del orden establecido, pretextando causas pisoteadas e infinitos agravios. Si mereciera el rechazo de los consumidores no habría mayor problema. Pero, miren, la mentira sigue siendo fascinante para millones de usuarios.

Román Revueltas

Retes[email protected]

Google news logo
Síguenos en
Román Revueltas Retes
  • Román Revueltas Retes
  • [email protected]
  • Violinista, director de orquesta y escribidor a sueldo. Liberal militante y fanático defensor de la soberanía del individuo. / Escribe martes, jueves y sábado su columna "Política irremediable" y los domingos su columna "Deporte al portador"
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.