Política

Empresarios tan impopulares como necesarios

Los empresarios son impopulares en este país. Nuestra cultura no parece privilegiar a los emprendedores. Pero, miren ustedes, no hay casi esquina de nuestras ciudades donde no se plante una buena mujer a vender tacos o se ponga un muchachote a mercadear las más extravagantes baratijas. O sea, que somos comerciantes natos, al tiempo que sospechamos de la riqueza y deslegitimamos a los triunfadores.

El ambulantaje deteriora grandemente el paisaje urbano, es cierto, y la incontenible fealdad que engendra es muy probablemente el perjuicio mayor que se le pudiere endosar (bueno, doña Hacienda desearía quedarse con una buena tajada de la plata que se mueve en la economía informal y esa cruzada recaudatoria, de poderse llevar a cabo, terminaría por ser muy beneficiosa para nuestras maltrechas finanzas públicas). En esos tenderetes y en esos puestos callejeros, sin embargo, es donde podemos advertir la pujanza de nuestra gente y su férrea determinación a no quedarse cruzada de brazos. A la vez, nos encontramos ahí con una de las más perniciosas realidades nacionales, a saber, la displicente desestimación de la legalidad que exhiben unos mexicanos que, para empezar, se han apropiado por sus pistolas de un espacio público — es decir, de algo que es propiedad colectiva de los ciudadanos— y que trafican además con mercancías de muy dudosa proveniencia sin pagarle cuentas al fisco. Las cuotas por operar estas microempresas las recolectan, encima, los “líderes” de turno, individuos que se sirven de amenazas y violencias para adjudicar a cada quién sus correspondientes metros cuadrados en las aceras y las plazas.

Es, como siempre, un modelo de intermediarios porque no puede haber aquí ninguna actividad comercial sin que se aparezcan de inmediato los extorsionadores de turno para extraer cuotas y cobrar tributos —por esto o por lo otro— al más puro estilo mafioso. La corrupción no la tenemos únicamente empotrada en las altas esferas, señoras y señores, sino que se ha incrustado en todos los niveles de nuestra vida pública.

En el otro extremo de la actividad económica estarían, justamente, los denostados empresarios. No se les supone tampoco una natural honestidad porque en México nos solazamos en el recelo y la desconfianza y muchos de los grandes negocios han florecido gracias a oscuras complicidades pactadas entre los emprendedores y el poder político. De ahí, muy seguramente, la animadversión de un pueblo llano que imagina o vislumbra, a la distancia, las componendas celebradas en las alturas mientras que sobrelleva su desesperanzadora cotidianidad, sin futuro y sin expectativas de poder mejorar su existencia

El tema, con todo, es que la iniciativa privada genera empleos formales, que las empresas pagan impuestos y que la inversión crea riqueza. La 4T, con perdón, la necesita. 


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Román Revueltas Retes
  • Román Revueltas Retes
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  • Violinista, director de orquesta y escribidor a sueldo. Liberal militante y fanático defensor de la soberanía del individuo. / Escribe martes, jueves y sábado su columna "Política irremediable" y los domingos su columna "Deporte al portador"
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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