Cuando las cosas comienzan a funcionar bien en este país se aparece de inmediato un gran ajustador —el sucesor inmediato del gobernador que pudo disminuir los índices de violencia, del alcalde que profesionalizó a sus cuerpos policiacos o inclusive del presidente de la República que redujo la deuda externa o que compuso las finanzas— para desmadrar los logros.
El político mexicano está genéticamente marcado por un mal tremendamente pernicioso, a saber, el adanismo. O, dicho en otras palabras, el irrefrenable impulso de comenzarlo todo de nuevo para, de tal manera, marcar con su sello personal hasta el más mínimo y recóndito espacio de lo público. Lo gravísimo del asunto es que en la tarea de borrar cualquier huella de sus antecesores, esos funcionarios, las más de las veces, no hacen más que destruir patrimonios y desperdiciar esfuerzos.
Tal es el precio que pagamos los ciudadanos por anteponer el culto a la persona en lugar de ejercer derechos reales: embelesados por los discursos de los líderes “carismáticos” nos olvidamos de que lo que importa son los resultados. Y ésa es también la factura exigida por un sistema que desconoce la institucionalidad —los cargos públicos no los ocupan los más meritorios sino los beneficiarios de enchufes y no se ha consolidado tampoco un verdadero Servicio Civil de Carrera para asegurar la continuidad de los programas o el mero funcionamiento, día a día, de la Administración (me viene a la mente, en este sentido, el caso de Bélgica, un país que estuvo 650 días sin Gobierno federal luego de la caída del Ejecutivo presidido por Charles Michel, en diciembre de 2018, y que no se desbarató como nación ni mucho menos lo cual nos habla, justamente, dela solidez de sus instituciones)— y que nos condena entonces a seguir empantanados en el subdesarrollo.
Para mayores señas, el tema de la espeluznante inseguridad que sobrellevamos en este país se deriva precisamente de la falta de continuidad en las políticas públicas. El régimen de la 4T está planteando una falsa disyuntiva al desconocer el papel de los cuerpos policiacos en favor de las Fuerzas Armadas. El camino es fortalecer y profesionalizar a las policías municipales, en primer lugar, y hacer lo mismo con las fuerzas de seguridad de las entidades federativas. Pero…
Román Revueltas Retes