Nosotros quisiéramos ser como Dinamarca –o, por lo menos, los autonombrados transformadores de la realidad mexicana nos avisaron que tendríamos pronto, y gracias a ellos, un sistema de salud como el de la nación escandinava— pero, hasta nuevo aviso, no es demasiado probable que los daneses quieran ser como somos aquí.
Es interesante, con todo, que el sistema sanitario de otro país se vuelva una suerte modelo a imitar, una aspiración, un deseo, un sueño, un objetivo, un anhelo y una meta. ¿Cómo fue que los inspirados visionarios de la 4T se enteraron de que en una lejana comarca septentrional había buenos servicios médicos, de que la gente de allá gozaba de excelente atención en los sanatorios, de que no había interminables listas de espera para obtener una mera cita en los consultorios públicos y de que el pueblo bueno de aquellas tierras vivía en el mejor de los mundos hospitalarios? ¿Quién se los dijo? ¿Quién les contó? ¿Cuándo viajaron a esos territorios?
Pues lo que ocurre es que la fama de la mentada Dinamarca trasciende las fronteras. También es sabido que Finlandia y Noruega y Canadá e Islandia, entre otras tantas naciones modernas y civilizadas, disponen de una amplia cobertura sanitaria. Hasta Francia, vamos, cuenta con la famosa Securité Sociale, una red de instituciones y organismos fundados por el gobierno de Charles de Gaulle en 1945 para asistir a los ciudadanos cuando afrontan las durezas de la enfermedad, el desempleo o la vejez.
Esa reputación, con el perdón de ustedes, no la tiene México. Y no sólo es un asunto de imagen ni mucho menos una cuestión propagandística. Es lo que es. Las cosas son lo que son, más allá de los prestigios bien ganados o, por el contrario, de la palabrería dirigida a encubrir la realidad.
Lo más preocupante, sin embargo, no es que no nos hayamos convertido mágicamente en Dinamarca. El gran tema, en estos momentos, es el derrumbe del aparato de salud con el que ya contábamos por la destructiva embestida de un régimen dispuesto a borrar hasta el más mínimo vestigio de lo que hayan podido lograr sus antecesores. No hay vacunas para el esquema básico de siempre, el Seguro Popular desapareció, faltan medicamentos…
No, esto no es Dinamarca.
Román Revueltas Retes