El régimen de la 4T repudia tajantemente el neoliberalismo, pero a sus detractores y adversarios políticos los califica, paradójicamente, de “conservadores” siendo que son quienes promueven, justamente, los valores de la democracia liberal, a saber, la igualdad ante la ley, la soberanía individual, la propiedad privada y la libertad de expresión, entre otros pilares de la sociedad abierta.
Ninguno de estos derechos fue nunca abolido por el mentado neoliberalismo, con perdón, aunque la debacle económica causada por la crisis financiera de 2009 nos haya llevado a cuestionar colectivamente la supuesta preeminencia del capitalismo extractivo y los excesos de un sistema que ha propiciado una desmesurada concentración de la riqueza.
Es muy curioso el uso del término “conservador” en estos tiempos porque remite a los históricos enfrentamientos acontecidos en nuestro país en el siglo XIX y coloca a los opositores de ahora en el bando de los antiguos reaccionarios al tiempo que los actuales encargados de la cosa pública y los jerarcas del partido oficial impulsan políticas desaforadamente retrógradas. Privilegian el retorno a los usos de antaño —algo que suelen hacer precisamente los conservadores, gente que rechaza por principio la modernidad— y parecen muy angustiados, por no decir temerosos, ante el imparable advenimiento de cambios, innovaciones y procesos evolutivos debidos al exponencial desarrollo científico y tecnológico que está teniendo lugar en el mundo.
Parecen ser ellos los conservadores en su afán de restaurar una suerte de grandeza pasada hecha de oportunidades perdidas —para mayores señas, la bonanza petrolera no nos hizo una nación desarrollada y próspera—, pomposas retóricas, trasnochado nacionalismo y dogmas.
Si los satanizados neoliberales fueren realmente “conservadores”, nunca hubieren celebrado acuerdos comerciales ni liberalizado (pues sí, ésa es precisamente la palabra) la economía ni abierto las fronteras a las importaciones ni fortalecido el aparato de las instituciones autónomas del Estado ni adoptado medidas para impulsar la modernización del aparato productivo. Por ahí debería de ir el desarrollo de México, por cierto.
Y sí, volvamos al carbón y al combustóleo, si quieren. Pero no cambiemos el significado de las palabras, por favor.