Lo que parecía una obviedad acaba de ser debidamente puntualizado por Ricardo La Volpe: las absurdas rotaciones de jugadores que disponía Juan Carlos Osorio al mando de la selección mexicana de futbol hicieron que los muchachos perdieran confianza y, paralelamente, que no se consolidara un sistema de juego.
El tema no es éste, sin embargo. Después de todo, el mundo está poblado de sujetos excéntricos y de individuos nefastos. La cuestión está en que esa gente no tendría que ser la que ocupara los puestos disponibles. Dicho más directamente, los cargos deberían de ser para los mejores, no para los menos capaces, los más inexpertos o los declaradamente perniciosos.
No ocurre así, desafortunadamente. Pasa más bien lo contrario: en la práctica mayoría de los ámbitos laborales, profesionales o hasta académicos –por no hablar de las esferas de la política—parecen reinar los menos indicados. Casi podríamos hablar de un imperio de los mediocres y concluir, de tal manera, que la vida es fundamentalmente injusta y que el reconocimiento al talento es la excepción, no la regla.
Es cierto que las personas más brillantes e inteligentes no son necesariamente las más hábiles para abrirse paso en un entorno marcado, sobre todo, por la pleitesía que exige el superior, por la capacidad para la intriga o por la mera ambición personal. Los más dotados tampoco son los más hacendosos de manera obligada y el simple esmero para hacer las cosas –es decir, la disciplina y la responsabilidad— sustituye con creces al talento natural si el poseedor de las mejores facultades no es alguien lo suficientemente cumplidor.
Pero, caramba, en algunos casos la incapacidad de los que están ahí es palmaria y manifiesta. Me pregunto, en este sentido, si hay una escasez mundial de directores técnicos en el universo futbolístico. Porque algunos personajes en verdad que no debieran estar donde están. Creo que el mentado Osorio fue uno de los que no tendrían que haber ocupado jamás un puesto parecido aunque, eso sí, tenía modos de persona sensata y buen verbo. A lo mejor por eso fue que lo escogieron, por su oratoria. Lo que más entristece, con todo, es que tuvo en sus manos a una estupenda camada de futbolistas. En fin, tiempos pasados…