Cultura

El Rey va desnudo…

  • Columna de Román Munguía Huato
  • El Rey va desnudo…
  • Román Munguía Huato

Es un cuento de Hans Christian Andersen. En Andersen –el más célebre de los escritores daneses fue hombre de cuna humilde y formación esencialmente autodidacta– influyeron poderosamente las lecturas de Goethe, Schiller y Hoffmann. El rey desnudo figura entre sus cuentos más famosos porque ironiza el gran poder que no se ve a sí mismo, salvo en el espejito mágico de otro cuento famoso: dime quien es el más bonito de la comarca… El famoso cuento danés se hace realidad patética actual con la niña Andrea Lomelí y el reyecito Aurelio Nuño: «Cuando Andrea Lomelí —escribe Manuel Gil Antón en su artículo “Ler a México”— le dice al secretario de Educación Pública: “…no se dice ler, se dice leer”, ocurre algo en un terreno distante de las parcelas de lo irrelevante o la simple burla. Desde la mirada que lejos de desdeñar lo simbólico encuentra en esta dimensión claves hondas de la vida y el acontecer social, sucede un acto subversivo, apartado también de la intención de humillar al funcionario». Es muy cierto que pronunciar mal la palabra leer no es tan grave como no saber leer, pero que la pronuncie quien es el secretario de Educación Pública si es grave, muy grave. Que la pronuncie cualquier gente común y corriente no es pecado, si acaso un pecadillo venial; pero pronunciada la palabra en voz del responsable político de la educación pública es “pecado mortal”; la cosa es muy sintomática de que algo huele mal en Dinamarca. Por así decir: “La Iglesia en manos de Lutero”; la educación pública en manos de la supina ignorancia de la gobernante tecnocracia neoliberal. El despotismo desilustrado. El analfabetismo funcional. Este hecho muy lamentable para la elite política, es ejemplo de la profunda crisis educativa y cultural en nuestro país, la cual, por supuesto, nunca se podrá resolver con una reforma “educativa” de naturaleza administrativista–burocrática laboral punitiva neoliberal.

Da pena ajena tal lenguaje verbal de quien dirige la SEP, pero ¿qué podemos esperar de presidentes que nunca han leído nada en su vida?, ni siquiera un librito clásico sencillo. Hay presidentes, gobernantes, senadores y diputados, caciquillos universitarios, etcétera, quienes únicamente leen solazándose su abultada cuenta bancaria. Días después de tal hecho tan bochornoso Nuño Mayer le regaló dos libros a Andrea, que supuestamente leyó el secretario siendo niño: El libro de la Selva, de Rudyard Kipling [Bombay, 1865 – Londres, 1936] y Alicia en el país de la maravillas, de Lewis Carroll [Reino Unido, 1832–Reino Unido, 1898]. Títulos, por cierto, muy sugestivos. El libro de la selva podría ilustrarnos acerca de nuestra realidad cruenta de lo que significa la ley de la jungla del capitalismo salvaje: la ley del más fuerte y toda la impunidad posible para imponer el autoritarismo del capital a diestra y siniestra, incluida la Reforma “educativa”. Alicia en el país de las maravillas podría ser el libro de cabecera de cualquiera de los gobernantes quienes piensan que vivimos en el mejor de los mundos posibles. El país de las maravillas es México en la imaginación febril, alucinada, de Peña Nieto y Nuño Mayer. Pero el libro que quizá debió regalar Nuño a Andrea podría haber sido Tiempos difíciles, del gran Charles Dickens.

Leer es un acto que implica el uso de la conciencia, del raciocinio humano, del conocimiento para saber algo, desde lo más práctico y útil de la vida cotidiana hasta lo más sublime del espíritu humano que puede “inútil”. Esto lo explica magistralmente nuestro admirado filósofo italiano Nuccio Ordine en su libro La utilidad de lo inútil. Que añoranza política de aquellos secretarios de educación pública desde un José Vasconcelos, Agustín Yáñez, hasta un Jaime Torres Bodet, verdaderamente preocupados por la educación pública y la promoción de la lectura. Es una vergüenza ajena quienes en su mayoría están en la dirección de la educación pública nacional, delegaciones estatales y municipales ¿Qué podemos esperar de quienes nunca han impartido ninguna clase en ninguna aula en su vida? Eso sí, se vuelven verdaderos inquisidores en la evaluación de maestros a quienes se les despide arbitrariamente con exámenes diseñados con las patas.

Cuando Aurelio Nuño fue a regalar los libros a Andrea, ante los niños que lo miraban asombrados, en su clase de matemáticas, el titular de Educación abundó: “Yo te lo quiero reconocer y te lo quiero agradecer [Andrea]. Todos tenemos que aprender de nuestros errores, cuando nos equivocamos, y corregir”. Cinismo puro, pues, por supuesto, si así fuera, Nuño Mayer ya habría reconocido desde mucho tiempo sus gravísimos errores con la dizque Reforma “Educativa” y corregir de inmediato los equívocos de una política que no tiene pies de ni cabeza nada más que para golpear impunemente a los maestros de educación básica y secundaria en sus derechos laborales. Los gobernantes no entienden que no entienden y se siguen solazando en sus mundos maravillosos de la frivolidad burocrática y esperpentos neoliberales. “Andrea, con sencillez y firmeza, no altanera… le indica la manera correcta de pronunciar la palabra central a Nuño —por ser la llave, dice Gil Antón— del proceso de aprender en la escuela: leer. Sin leer no se escribe, es imposible entender el enunciado de un dilema en matemáticas, está vedado el sendero a las novelas y se cancelan muchos caminos que enriquecen la vida”. Y desde arriba dicen que esta Reforma es para elevar la calidad educativa… El mundo al revés.

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