Política

¿Por qué debe importarnos la pérdida de la biodiversidad?


¿Se han fijado cómo el precio del huachinango, del robalo, del bacalao, sube y sube cada año? Y, ¿han observado que los científicos pregonamos cada vez con más frecuencia y más vehemencia que enfrentamos una crisis ambiental de proporciones planetarias sin precedente? Pues las dos

observaciones están conectadas. La evidencia muestra que las poblaciones de los peces grandes del océano se han reducido

en más de 90 por ciento. Matamos más de 100 millones de tiburones cada año, unos 11 mil cada hora.

Una marea de plásticos y otra de basura se mueven en el Pacífico, otras en el Atlántico y otras en el Índico. La cantidad de recursos que consumimos los humanos es verdaderamente aterradora. Hace apenas 50 mil años, menos de 0.001 por ciento de la edad del planeta, los mamíferos y las aves del mundo representaban unos 25 millones de toneladas y los humanos y nuestras especies domésticas ni siquiera figurábamos, porque apenas empezábamos a despuntar como especie. Hoy existen más de 165 millones de toneladas de mamíferos y aves, pero los humanos representamos 60 millones de toneladas y nuestros animales domésticos representan más de 100 millones de toneladas, mientras que los animales silvestres se han encogido hasta representar menos de cinco millones de toneladas, solo una fracción de su biomasa original.

Todo esto apunta a que nuestros hábitos y nuestra relación con el medio ambiente han trastocado el funcionamiento de los ecosistemas. Aunque pensemos fantaseando que nuestras costumbres, nuestra dieta y nuestra forma de vivir no tienen mucho que ver con todo este escenario, la realidad es que todo lo que hagamos tiene repercusiones en el mundo natural.

Las buenas noticias, sin embargo, son que todo lo que hagamos efectivamente tiene repercusiones en el mundo natural. Si hoy decidimos dejar de comprar la botellita de agua “para el gym”, o empezar a separar la basura, o promover cambios pequeños en nuestra vida, todos esos cambios, al ser multiplicados por millones de otros humanos, tendrán un efecto significativo y positivo en el medio ambiente.

Los cambios que podemos hacer no tienen que ser drásticos, radicales o tajantes. Podemos iniciar con pasos muy sencillos. ¿Cuánto tiempo pasamos en la ducha? Midan el tiempo que pasan y empiecen por reducir ese tiempo en un minuto, en 30 segundos. Toda el agua ahorrada es agua que se queda en los ecosistemas que tanto lo necesitan. ¿Cuántas veces a la semana comen carne de res? Reduciendo de cinco a cuatro veces o de tres a dos, ¡tiene un impacto profundo y positivo!

La producción de carne de res, de leche y de queso para nuestro insaciable apetito es una de las actividades más dañinas para el planeta. No solo por la rampante deforestación en busca de nuevos potreros, nuevas tierras abiertas a la ganadería, sino también porque, como las vacas son rumiantes, en su proceso de digestión cada vaca eructa más de 300 litros de metano al año. El ganado vacuno del mundo produce más de tres gigatoneladas de bióxido de carbono cada año. Estos dos gases son una parte muy importante de los gases de invernadero producidos cada año. Si reducimos nuestro consumo de productos del ganado vacuno, esa reducción va a beneficiar muchísimo al planeta.

Hacer nuestro jardín amigable con los polinizadores también es una actividad bonita, creativa, constructiva y muy positiva para ayudar a estos grandes aliados en la producción de alimentos… y que tanto necesitan de nuestra ayuda. Desde sembrar flores silvestres en nuestro jardín, evitar podar el pasto constantemente y permitir que dientes de león, margaritas, salvias y otras plantas coexistan con nuestro pasto hasta agregar aretillos, sembrar y permitir que las plantas de frijol, de girasol, de fresa, de zarzamora florezcan es una gran ayuda para los polinizadores, y además tendremos un espectáculo colorido, un deleite alimenticio y un beneficio para el planeta. Si además podemos poner unos jitomates o un arbolito de limón en una maceta, y agregamos un maguey al jardín, ¡el beneficio está hecho!

Al enterarnos de dónde vienen y cómo fueron producidas nuestras frutas y verduras lograremos controlar su impacto negativo. Tratemos de evitar consumir manzanas y duraznos importados de Sudamérica o Estados Unidos y comamos la fruta que ha sido producida cerca de nuestro lugar de residencia o por lo menos en México. Aquí en Ciudad de México tenemos la enorme fortuna de contar con las chinampas de Xochimilco. Los agricultores ahí llevan décadas de producir y distribuir verdura y fruta y es muy fácil contactarlos por Facebook o en internet.

Evitando comprar plásticos de un solo uso, desde la botellita personal de agua hasta la envoltura de un chocolate, una bolsa de plástico o un popote lograremos un formidable impacto positivo. Algunas empresas empiezan a evitar envolver individualmente sus productos, desde six packs de cerveza hasta chocolates. ¡Busquemos esas opciones!

Pero hay más: si tienen un gato en casa deben saber que solo en Estados Unidos los gatos domésticos y ferales (escapados del medio doméstico) matan a más de 10 mil millones de mamíferos y aves silvestres cada año. Si quieren ayudar a la biodiversidad, por favor no dejen salir a sus gatos.

Estos son solo ejemplos aislados de cambios que podemos introducir en nuestras vidas, que no reducirán nuestra calidad de vida y sí ayudarán al planeta de manera significativa. Hay una infinidad de cosas que podemos hacer para ayudar al planeta. Comentando este tema con vecinos, amigos y familia, adoptando como núcleo familiar estas prácticas y fortaleciéndolas paulatinamente, charlando sobre otros cambios posibles, todos contribuimos a aligerar la carga que le causamos al planeta. Lo único que no se vale, querido lector, es que, después de haber leído este texto, sigan sin hacer ningún cambio en su vida. Por el futuro del planeta, de nuestros propios hijos y nietos, y de nosotros mismos, es hora de actuar. 

Rodrigo A. Medellín

*Investigador del Instituto de Ecología de la UNAM

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