Suena el intro de la Carabina de Ambrosio (repetido por 10 horas) mientras escribo y me atrapa un episodio de nostalgia, pero no me dura mucho y lo sacudo observando videos sin contexto o que no tener contexto es su verdadero contexto.
Ahora son tiempos de tener todo en la cara y no encontrar nada. Como aquel meme donde soy ese que tiene todas las plataformas de streaming posibles, pero no hay mayor sonrisa que la que viene acompañada de Wendy Guevara en la Casa de los Famosos.
La comedia en México, Rusia y la crisis de taquilla de Hollywood comparten un viaje sin regreso dentro del submarino Titán, y Twitter es el control de Logitech que guía el rumbo.
No da risa, pero hay una corriente en el cine, que sigue siendo una de las plataformas ideológicas más influyentes desde su masificación, donde los protagonistas o la trama rodean a un producto que existe en la vida real, y son en teoría, comerciales de larga duración.
Esa película de Nike y Michael Jordan, la de Tetris y la que cuenta una historia falsa chicana sobre el creador del sabor Flaming Hot de los Cheetos. ¿Barbie también cuenta?
Pues la que viene de Jerry Seinfeld sobre las Pop Tarts, sí.
Ya nada es sorpresa y todo es previsible, la película que saldrá en dos años no hablará de los magnates haciendo implosión bajo el mar, sino del control de videojuego que sobrevivió la tragedia.
Los planes son que la industria cuente historias dramatizadas que le dan vuelta a sus productos más populares, para que luego al salir de la sala nos arrope un extraño sentimiento de humanización en torno a una fritura, una materia de consumo.
Tal vez hay un motivo detrás de los fracasos en los filmes de las últimas franquicias, aunque tampoco una nueva película de Indiana Jones era la más esperada, ni tampoco la epopeya de castración que es Beau Tiene Miedo (Ari Aster, 2023), pero el capitalismo ya no es salvaje, es narrativo.
Por eso, cuando me siento iracundo y atacado, mi deseo por la desprogramación viene de una joya de comedia moderna o posmoderna, o tal vez de pos o de moderna tienen nada y es puro surrealismo, del que no necesita sentido ni objetivo de existir.
I Think You Should Leave con Tim Robinson es un programa de sketches en Netflix que formula situaciones dentro de una realidad alterna donde nada tiene un perro sentido y el hilo se desenvuelve hasta que deja de ser un hilo y se convierte en una raqueta de tenis usada para bailar tap.
Claro que no hay actos narrativos de rebeldía en omitir una película sobre un producto y sí ver uno de comedia que existe en la misma plataforma, pero al menos el sinsentido se convierte en la mejor lógica de todas.
Como el sketch donde Tim Robinson participa en un programa de citas solamente porque está obsesionado con la tirolesa de la alberca y a veces, cuando arrecian las olas de calor, soy ese también.