Política

El borracho de la esquina

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Mire Blancarte —me dijo mi maestro Émile Poulat— la gran fuerza y la gran debilidad de la democracia es que su voto vale lo mismo que el del borracho de la esquina”. La frase tiene muchos significados e interpretaciones. Por ejemplo, que una sociedad puede ser conducida al desastre por la ignorancia o la decadencia. Pero también que nadie tiene el monopolio de la verdad y que los intereses, objetivos y visión de la realidad de los miembros de una sociedad pueden ser muy diversos. Y que, en última instancia, si uno realmente es demócrata, tiene que aceptar el resultado de las urnas, aunque éste le parezca aberrante.

En ese sentido, la frase de que “el pueblo nunca se equivoca”, no significa que los legítimos resultados electorales siempre conduzcan a la mejor solución en términos de bienestar social o económico de la población (lo hemos visto históricamente), sino que simple y sencillamente expresa lo que los ciudadanos que salieron a votar, en un momento específico, prefirieron como gobernantes, por gusto propio. No me refiero aquí por supuesto a los que se apoderaron del poder mediante la fuerza, sea por un golpe de Estado o por una revolución armada, sino a aquellos que fueron electos a partir de un proceso legal, honesto, confiable y transparente; en suma, democrático.

Hay por supuesto quienes hablan de una “democracia popular” dirigida por un partido, que se convierte en la única opción por la que se puede votar, pero que en realidad se convierte en una dictadura a nombre del pueblo. Y allí caben desde la dictadura del proletariado hasta el fraude patriótico. Me refiero entonces aquí a ese proceso mediante el cual la gente “libremente” elige a sus representantes y servidores públicos. Y volvemos aquí al problema del borracho.

Los estadunidenses eligieron en 2016 a un personaje por lo demás cuestionable, por no decir impresentable, en muchos sentidos. Y estuvieron a punto de hacerlo por segunda vez el año pasado. ¿Podría uno decir que la mitad de los votantes de Estados Unidos son una bola de ignorantes, retrasados mentales, mochos, racistas, intolerantes y xenófobos? ¿O vale más la pena investigar cuáles son las fibras que un candidato como Donald Trump tocó? Lo mismo vale para nuestro país. Uno puede asombrarse de que, a pesar del evidente desastre que ha sido la gestión de la autollamada 4T (simbolizada ahora por los muertos y vagones destruidos en el accidente de la Línea 12 del Metro), siga habiendo quien quiera seguir votando por Morena. O atribuirle todo a la manipulación y compra de votos, que nunca ha dejado de existir. La verdad es que hay que reconocerle a la gente la capacidad de decidir, de manera equivocada respecto al futuro que desean, a partir de sus capacidades, de su visión del mundo y de su perenne horizonte de esperanza. La lista de siniestros personajes que el pueblo ha llevado con sus votos a las curules es aterradora; incluye corruptos, ladrones y, por supuesto, violadores y asesinos. Así que al final, el resultado de las elecciones reflejará lo que somos, ni más ni menos. Tendremos lo que nos merecemos, como doctores en ciencias sociales o como borrachos de la esquina.


Roberto Blancarte

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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