Política

Despotismo no ilustrado

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Decía Montesquieu, uno de los fundadores de la ciencia política moderna, que había (en su época, por supuesto) tres especies de gobiernos: el republicano, el monárquico y el despótico. El gobierno republicano es aquel en el que el pueblo, o una parte del pueblo, tiene el poder soberano; el monárquico es aquel en que uno solo gobierna, pero sujeto a leyes fijas y preestablecidas, mientras que en el despótico el poder también reside en una sola persona, pero sin ley ni regla, “pues gobierna el soberano según su voluntad y sus caprichos”. Así, cada día que veo a los gobiernos (porque no es sólo el federal, sino que tienden a reproducir su modus operandi) de la mal llamada 4T, me acuerdo del gran pensador de la Ilustración. Uno ve y escucha (porque lo han dicho, sin reparos) cómo la ley es un estorbo para ellos. La última prueba al respecto es el decreto para catalogar como asunto de seguridad nacional todas las contrataciones y licitaciones de las obras públicas, escapando así a los controles de transparencia y rendición de cuentas, indispensables en una democracia que se respete. Y como si los estuviera viendo Montesquieu, gobiernan “según su voluntad y sus caprichos”. Se convierten entonces ya no en gobiernos republicanos, sino en gobiernos despóticos. Por cierto, ni siquiera ilustrados. Se regodean en la ignorancia y en el cinismo.

La clave de todo este asunto es su muy particular comprensión de “pueblo”, al que dicen representar, aunque al mismo tiempo están en contra de la representación, porque abogan por la “democracia directa”. El pueblo, entonces, terminan siendo los líderes que hablan a nombre de él. Y vuelvo entonces a Montesquieu. Dice que cuando en una república el poder soberano reside en el pueblo entero (subrayo, entero), es una democracia. Y cuando el poder soberano está en una parte del pueblo (no dice si mayoritaria o minoritaria), es una aristocracia. Como se sabe, el término aristocracia viene del griego aristokratía, de áristos: el mejor, y krátos: fuerza o gobierno. Pero los gobiernos de la 4T, aunque dicen gobernar a nombre del pueblo, no lo hacen siquiera a nombre del pueblo entero. Se convierten entonces en una nueva aristocracia. Los demócratas no pueden ser facciosos. Y eso lo saben desde hace mucho los gobernantes ilustrados. Por ejemplo, Thomas Jefferson, fundador del Partido Demócrata de EU, en su discurso de toma de posesión en 1801, dijo: “Zanjada ya la cuestión por la voz de la nación, dada a conocer conforme a las normas de la Constitución, todos van a ponerse, sin la menor duda, bajo la voluntad de la ley, uniéndose en un común esfuerzo por el bien común. Todos, asimismo, tendrán presente este sagrado principio de que en todos los casos ha de prevalecer la voluntad de la mayoría, pero que esa voluntad, para ser legítima, debe ser razonable; que la minoría goza de igualdad de derechos que una misma ley debe proteger, y que violarlos sería opresión”. Esa regla básica de la democracia es simple y sencillamente ignorada por la mayoría de los gobernantes emanados del lopezobradorismo. Terminan gobernando despóticamente, a nombre de un pueblo, que en realidad es sólo parte de él. 

Roberto Blancarte

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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