El discurso con el que remató las casi seis horas que duró la caminata realizada por el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, tuvo el tino de “desnudar” las carencias y disfunciones propias del régimen político mexicano. Así, sin proponérselo, López Obrador se vio forzado a ponerle nombre a su propuesta de gobierno y, de esta manera, evidenciar la principal disfunción de la competencia política en el México democrático que hemos construido: la carencia de referentes ideológicos claros entre los partidos políticos con registro reconocido por las autoridades electorales.
Desde una perspectiva teórica, en la lucha política por el poder los partidos políticos mantienen el incentivo de diferenciarse ideológicamente unos de otros, con el ánimo de ofrecer a los electores elementos de información que les permita normar su decisión al momento de votar. Bajo esta argumentación teórica, no resulta extraño el reconocimiento explícito que hizo el presidente al señalar que “no deja de importar cómo definir en el terreno teórico el modelo de gobierno que estamos aplicando. Mi propuesta se llama humanismo mexicano” (Notivox JALISCO, 28 de noviembre).
La falta de un referente ideológico claro no es exclusivo del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), registrado desde 2014 como partido político nacional ante el Instituto Nacional Electoral. Además del actual partido político en el gobierno, esta debilidad es compartida prácticamente por el resto de los partidos políticos con registro nacional y que hoy son oposición. Por citar solo algunos de los ejemplos más longevos, podríamos preguntarnos ¿Qué significa hoy ser un militante panista?, o ¿cuáles son las causas que distinguen al militante priista del perredista?
La crisis de representación política por la que atraviesan todos los partidos políticos, en buena medida obedece al abandono de su responsabilidad por mantener vigentes sus respectivas plataformas ideológicas y las consecuentes tareas de formación cuadros y militantes. El espectáculo del domingo pasado tan solo evidencia que la movilización ha suplantado a la diferenciación ideológica en la competencia política “democrática” de este país.
Roberto Arias