En un auténtico galimatías para las autoridades migratorias se convirtió la trágica muerte que alcanzó el pasado 27 de marzo a 40 seres humanos que, por su condición de extranjeros indocumentados, se encontraban durmiendo -o al menos eso intentaban bajo las pésimas condiciones que padecían- en la estación migratoria de Ciudad Juárez, Chihuahua.
A menos de un mes de ocurrida la tragedia sus repercusiones no son menores. A pesar de las declaraciones del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, respecto a la permanencia en el cargo del titular del Instituto Nacional de Migración (INM), Francisco Garduño, toda vez que aún “falta que la Fiscalía General de la República informe más sobre la investigación y que los jueces sean los encargados de impartir justicia” (Notivox JALISCO, 13 de abril); todo parece indicar que este funcionario será quien pague los platos rotos por la inesperada tragedia, como acotó el propio presidente: “no habrá impunidad para nadie; ya no son los tiempos de antes” (Notivox JALISCO, 13 de abril).
Más allá de la eventual destitución y castigo que recibirá el aún titular del INM, lo verdaderamente importante es reconocer el sentido de urgencia que amerita el cambio de orientación en la política migratoria del gobierno de México. Como fue evidenciado por el reportaje realizado por equipo de MILENIO, que da cuenta del estado que guardan 7 estaciones del INM a lo largo y ancho del territorio nacional, la magnitud del desafío para darle la vuelta al problema migratorio requerirá de un auténtico milagro (Notivox JALISCO, 14 de abril).
La tragedia no sólo terminó de persuadir al propio presidente de escuchar a su viejo amigo, el sacerdote Alejandro Solalinde, quien le había manifestado sus preocupaciones por la pésima gestión en materia migratoria, sino que además lo pondrá a la cabeza del proceso de transformación institucional que sufrirá el INM para dar paso a la Coordinación Nacional de Asuntos Migratorios y Extranjería (CNAME), aunque por ello Solalinde llegue a perder su condición como sacerdote, como sentenció el director del Observatorio Nacional de la Conferencia del Episcopado Mexicano (Revista Proceso, 16 de abril).