Bajo la consigna que una imagen dice más que mil palabras, luego de concluir su recorrido por el poblado de El Aguaje, localizado en el municipio de Aguililla, Michoacán; el representante del Vaticano en México, Franco Coppola, sentenció “vamos a inundar a México y el mundo con fotos de Aguililla” (Mural, 24 de abril).
Si bien es cierto que el objetivo expreso de la visita por parte del representante de la jerarquía católica en el país es eminentemente mediático, como se los dejó en claro el propio Franco Coppola a los pobladores que lo escucharon: “para que todo el mundo se entere de la situación que enfrentas desde hace años” (Mural, 24 de abril); lo verdaderamente relevante de la visita se encuentra en el hecho de evidenciar la superior eficacia de la permanente labor pastoral frente a las incursiones de las fuerzas de seguridad del Estado mexicano como alternativas para sostener su presencia e influencia en territorios históricamente violentados.
En efecto, la negativa al ofrecimiento de seguridad en el traslado del representante papal por parte del obispo de Apatzingán, Cristóbal Ascencio García, bajo el argumento de que “desde que rindió protesta como líder religioso en la región, él se ha trasladado solo o con un grupo de religiosas a todos los municipios y comunidades que se ven afectados por la violencia” (Notivox Jalisco, 23 de abril); no sólo evidenció las limitaciones que se tienen para mantener las condiciones de gobernabilidad sobre determinados territorios por parte de las corporaciones de seguridad desplegadas por los gobiernos que conforman al Estado mexicano; sino, además, me parece que situó en su justa medida el valor público de las acciones pastorales de base territorial desplegadas por la Iglesia católica: su labor pastoral a favor de los derechos humanos de los pobladores de aquella región que ha sido sistemáticamente violentada por el crimen organizado, les brinda un amplio reconocimiento frente a los pobladores locales que no pasa desapercibida ni por el Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, quien ya ha solicitado formalmente al Papa Francisco su intervención para “ganar la lucha contra el crimen” (Mural, 24 de abril).
Roberto Arias