México vive el mejor de los momentos para una candidatura presidencial independiente. El o la valiente que se aviente al ruedo sin padrón de agremiados, sin presupuesto base y sin una estructura de alcance más o menos nacional no la tendrá fácil, pero nunca antes había sido tan viable la victoria de algún ciudadano ajeno al sistema de partidos: por fin la indignación y el hastío parecen haber rebasado la abulia patria.
El caso federal merece cajón aparte porque, de contender más de una propuesta atractiva y, en caso de no declinar todas menos la más popular el suficiente tiempo antes del día de la elección, la intención del voto independiente se diluirá ante la aplanadora logística y económica de los partidos, lo suficientemente fuerte como para convencer, comprar o amedrentar a no pocos votantes.
La reunión entre notables llevada a cabo en casa de Diego Fernández de Cevallos para explorar la posibilidad de apoyar una candidatura independiente con dientes no tiene, como algunos han visto, dedicatoria plena contra AMLO. Por una parte porque, aunque él así se quiera retratar —como antes se retrató amoroso, progresista, democrático y demás—, su figura y obra son parte integral de los tradicionales corporativos político-electorales. Quien sí ha sabido apropiarse de cabo a rabo de la etiqueta de independiente es Jaime Rodríguez, El Bronco; por algo el mismo tabasqueño se le ha lanzado con todo a la yugular, en una pequeña reedición del desafuero que rebosa de ironía.
El asunto es que luego de décadas de oprobiosa dictadura priista, de una alternancia panista desperdiciada en que todo cambiara para seguir igual, de desastrosos gobiernos locales perredistas y del regreso a Los Pinos de un tricolor —mal— restaurado, las candidaturas independientes parecen ser la vía que los votantes comienzan a preferir para expresar su descontento institucional; por ello los candidatos más arrojados las han abrazado como una manera de deslindarse de las mafias en el poder, como una manera de contender cuando las mafias en el poder les han dado la espalda o cuando no han sido capaces de fundar sus propias mafias, asegún.
Cábulas aparte, el experimento me parece interesante y valedero. Falta que los futuros aspirantes sin partido opten por comportarse distinto de sus contrapartes partidistas, desplegando la generosidad, la inteligencia y el amor patrio necesarios para cristalizar sus grandes esfuerzos y sus mayores egos alrededor de una formidable candidatura independiente: una que de una buena vez saque al PRI, ese que vive y obra en los políticos mexicanos de todos los partidos, de Los Pinos.
Twitter: @robertayque