Política

Libros quemados, libros robados

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Recuerdo hace un par de años cuando circulaba la campaña esa de Televisa te idiotiza, donde se hacía mofa de quienes veían tele en vez de leer. A mí lo que me parecía idiota era la campaña: hay series de televisión geniales, con una fotografía deslumbrante, que siempre preferiré a caldos de pollo para el alma como Paulo Coelho. El asunto es que, por sí mismos, los libros no te hacen inteligente ni la tele te hace estúpido: el medio no es el contenido, y algo parecido puede decirse de las más recientes telenovelas alrededor de ese objeto del deseo que es el libro.

Por una parte tenemos al embajador de México en Argentina, Ricardo Valero Recio, quien a sus 76 años el pasado 26 de octubre —sí, octubre: la novedad de ahora es el contundente video, pero el hurto tiene casi dos meses de haberse perpetrado sin que el diplomático sufriera consecuencia alguna— fue retenido por agentes de seguridad de la señorial librería Ateneo cuando intentaba hurtar un libro. El embajador robó por costumbre o por travesura: su sueldo y trayectoria bastan y sobran para permitirle pagar los cerca de 200 pesos que valía el artículo. Valero Recio, de hecho, acababa de sacar la cartera para adquirir un par de discos compactos que, sin duda, resultaron mucho más caros que el libro que escondió entre las hojas de su diario. Claro que si contamos la indeleble mancha a su carrera y a su reputación, a pesar de la imposible defensa que de su amigo hizo el presidente anticorrupción —“Que no haya linchamientos públicos”, dijo AMLO, rematando con que “Perfecto solo es Dios”—, ese humilde librito es quizá el robo más oneroso que el diplomático ha hecho en toda su larga vida.

Por otro lado está la quema que un colectivo de feministas hizo en la Feria Internacional del libro de Guadalajara, despertando una ira y una indignación que debía guardarse para mejores causas; por ejemplo, la violencia que acogota al país. No faltaron las voces comparando el hecho con el de la primavera de 1933 en la Alemania nazi, cuando estudiantes afiliados al partido de Hitler sustrajeron miles de libros considerados ajenos al espíritu alemán de las bibliotecas berlinesas y les prendieron fuego en la que entonces se llamaba plaza de la Ópera: ardieron hasta el amanecer Marx, Benjamin, Freud y Brecht, Victor Hugo, Dostoyevski, Nabokov, Wilde y Hemingway.

En Guadalajara el combustible fueron libros de terapia de conversión gay, considerada el equivalente a tortura por los profesionales serios de la salud mental y de estatus ilegal en muchos países. Quizá el gesto fue desafortunado por los referentes que despierta, pero no podemos confundir censura con performance: las quemas consignadas por la historia han sido desde el poder, y fueron hechas cuando erradicar el libro-objeto era eliminar o dificultar todo acceso a su contenido. Los buenos o malos modos sin duda importan, pero no son, hoy, lo que realmente importa: es un hecho que el internet ha hecho del papel físico un medio prescindible para difundir, discutir o retar ideas, mientras que los muertos siguen sin poder revivir.

@robertayque

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Roberta Garza
  • Roberta Garza
  • Es psicóloga, fue maestra de Literatura en el Instituto Tecnológico de Monterrey y editora en jefe del grupo Notivox (Notivox Monterrey y Notivox Semanal). Fundó la revista Replicante y ha colaborado con diversos artículos periodísticos en la revista Nexos y Notivox Diario con su columna Artículo mortis
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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