Muy al comienzo de esta administración Alejandro Encinas, ex subsecretario de Gobernación, comentó que Andrés Manuel López Obrador trazaba sus decisiones políticas al estilo del pintor estadunidense Jackson Pollock.
Dibuja una línea gruesa sobre el lienzo con la convicción de que, en el camino, el resto de su composición irá apareciendo. El ejemplo que puso fue el Tren Maya. Primero imaginó el dibujo de la vía y luego fue acomodando el resto del proyecto.
La reforma judicial propuesta en febrero de este año no escapa a esta lógica. Se trata de una iniciativa inacabada cuyos vacíos son cada día más evidentes.
El martes tuvimos evidencia elocuente a propósito de esos faltantes. Prácticamente en simultáneo, dos actores claves proporcionaron información contradictoria a propósito del presupuesto que sería necesario invertir para la elección de juzgadores.
Claudia Sheinbaum declaró que, según información proporcionada por la secretaria de Gobernación, Luisa María Alcalde, y por la presidenta del INE, Guadalupe Taddei, este ejercicio requeriría alrededor de 7 mil millones de pesos.
El mismo día en la ciudad de Toluca, durante el segundo foro para discutir la reforma, Ricardo Monreal, futuro líder de la mayoría parlamentaria, dijo que la inversión rondaría los 3 mil 500 millones de pesos.
¿7 mil o 3 mil 500? La variación advierte que no se ha hecho siquiera la matemática. En efecto, la propuesta es sólo un trazo, una línea gruesa que no ha transitado por el necesario esfuerzo presupuestal.
Si Sheinbaum tuviese razón, el costo del ejercicio implicaría un tercio del presupuesto para el INE en este año electoral, tres veces el monto asignado a la remodelación del aeropuerto Benito Juárez de Ciudad de México, siete veces el gasto del INAI, 17 veces la asignación al Fondo de Cultura Económica o mil millones menos que las erogaciones del Instituto Nacional de Antropología e Historia.
Zoom: Es evidente que a esta iniciativa le hace falta madurar para que pueda tomarse en serio. Una cosa es la intención original y otra muy distinta el cuadro completo. La reforma judicial requiere paciencia y sofisticación, porque de otra manera el resultado puede ser desastroso, en más de un sentido.