El día de hoy a las 10:30 am habrá una conferencia de prensa convocada por los líderes de los partidos de la coalición Va por México para dar a conocer el método a través del cual se seleccionará la candidatura presidencial de 2024.
A reserva de que algo nuevo surja, ha trascendido ya una ruta un tanto enredada.
Cabe prever que esta candidatura nacerá con el cordón umbilical amarrado al cuello porque ubica los intereses de los aparatos partidarios sobre el resto de las preocupaciones.
Había quien, con ingenuidad, quería que la coalición Va por México abriera sus puertas a cualquier candidatura, sin considerar la militancia partidista.
Sin embargo, se impusieron quienes controlan la nómina, los aparatos y por tanto los padrones de cada una de las tres fuerzas.
Un primer anuncio de los defensores de la maquinaria lo celebró hace poco más de un mes el líder nacional del PAN, Marko Cortés, cuando propuso que para inscribirse en la contienda cada precandidatura debía traer bajo el brazo un millón de firmas.
Pues ya no será requerido el millón sino solo 150 mil, pero ese apoyo deberá obtenerse de entre las personas afiliadas a los partidos.
Explican los autores de esta idea que sin este requisito el oficialismo podría haber manipulado el método de encuesta en perjuicio de los intereses de la oposición.
Este argumento es un pretexto para poder controlar desde la cúpula partidaria los resultados. Con ello perdieron, sin embargo, la posibilidad para involucrar de manera amplia a aquella ciudadanía que no se identifica con los aparatos y las clientelas.
Se decidió también que, al final, se hará una consulta entre las personas militantes que apoyaron antes alguna precandidatura. Esa consulta tendrá más peso que todo lo demás. Los resultados de la encuesta terminarán neutralizados.
En realidad —porque son ellos quienes mueven las estructuras partidarias—, lo que consiguieron con este método los líderes de los tres partidos es poder para influir de manera personal y definitiva sobre el resultado.
Zoom: No es buena cosa que sean tres los electores con privilegio para decidir, pero dirán que en la casa de enfrente es solo uno el que manda. En cualquier caso, esto confirma que nuestra democracia anda desconchabadita.