Desde la invasión norteamericana de 1846-1848, el factor EU no había estado tan presente en la escena mexicana como seguramente lo estará dentro de dos años durante la elección presidencial.
Si bien no hay una guerra militar a la vista, sí está dibujada, anunciada y cantada una guerra comercial con la revisión del TLC, acompañada de deportaciones masiva y de un muro secesionista.
En este escenario de guerra no convencional, cada vez es más claro que en 2018 solo tendremos dos opciones: el proyecto del nacionalismo y el del anexionismo.
El punto de deslinde no será ideológico ni doctrinario, sino de política económica. ¿Cómo enfrentar un drástico cierre de fronteras, una devaluación permanente del peso, miles de mexicanos y centroamericanos depositados diariamente en la línea, otros tantos intentando entrar a nuestro territorio por la frontera sur, la pérdida de 10 millones de empleos directos e indirectos por la salida del mercado norteamericano de las manufacturas mexicanas, la caída en las remesas por temor a su confiscación, una inflación de dos dígitos, tasas de interés al alza, escasez de crédito y una ola creciente de violencia social e inseguridad pública?
Los nacionalistas propondrán una vuelta al mercado interno. Rectoría del Estado en el sector energético (petróleo y energía eléctrica). Aranceles a las importaciones manufactureras y productos agropecuarios. Reducción de impuestos a las empresas con alto contenido o integración nacional. Reducción de las tarifas de luz y combustibles a nivel de la economía norteamericana. Aumentos salariales competitivos y vinculados a la productividad. Adelgazamiento drástico del aparato burocrático y del gasto corriente, a fin de disponer de recursos públicos para invertir en infraestructura y en el gasto social. Tope a la deuda pública y a la inflación. Combate frontal al ICA o “impuesto a la corrupción agregada” que se chupa 15% del gasto público. Economía mixta (público-privada) en sectores industriales estratégicos. Reducción del IVA en las frontera norte. Libre comercio en la frontera sur y en el Istmo. Reinvertir en el campo.
Los anexionistas, por el contrario, propondrán asumir el dólar como moneda nacional y así evitar más devaluaciones. Endeudarse para construir y pagar con gusto un muro, pero en la frontera sur, no en la norte, a cargo de empresas norteamericanas. Cero restricciones y máximo de facilidades a la inversión estadunidense en el país. Libre tránsito a la mano de obra en la frontera norte, a cambio de la privatización irrestricta del petróleo. Declarar al español lengua materna optativa. Competir con Puerto Rico por el título de Mejor Estado Libre Asociado. Considerar a la CTM la sección más numerosa de la AFL-CIO. Convertir al Ejército mexicano en la primera sección transnacional de las fuerzas armadas estadunidenses de asalto. Izar bandera doble en los edificios y monumentos públicos, empezando en Palacio Nacional. Cantar el himno mexicano en inglés y el estadunidense en español. Recorrer el Buen Fin una semana para que no compita con el Black Friday. Y replegar a los morenos a espacios y lugares de segunda clase (el apartheid mexicano).
Los nacionalistas se aglutinarían en el movimiento de rescate de la dignidad nacional (Moredigna), mientras que los segundos en el Partido de la Anexión Nacional, PAN.
Así luce desde ahora el 2018.
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