Con la, a como dé lugar, transición de la Guardia Nacional al Ejército, parece esfumarse al menos en el corto plazo la idea de algo que tanto se prometió: “regresar al Ejército a los cuarteles”. Una maniobra que a decir de la Constitución no es más que un choque entre conceptos incompatibles. Una seguridad pública que tiene como una de sus principales encomiendas mantener el orden y proteger la integridad física y patrimonial de la ciudadanía, contra fuerzas castrenses cuya función es preponderantemente contener riesgos de Estado.
Durante el receso de un evento de tecnología realizado en la Ciudad de México, hubo una charla que hizo a más de uno levantar la ceja. Un joven comenzó a hablar del aprovechamiento de la tecnología en el mundo militar. De la Inteligencia Artificial (IA) y Blockchain aplicados a los recursos humanos para el monitoreo de su actividad, neurotecnología para atender aspectos del sistema nervioso, uso de textiles inteligentes con dispositivos o la evaluación de su desempeño; en equipo aéreo, terrestre y naval, con sensores que generan información de cualquier anomalía para alertar y atender en tiempo real necesidades de funcionalidad; o en información, para diseñar modelos predictivos que mejoren la toma de decisiones y estrategias en los campos físico y virtual. Fue inevitable escuchar ¿dónde está México en su aprovechamiento? Ahí comenzó lo que realmente llamó la atención de la gente.
Se trataba de un joven ex militar estudioso de la tecnología que hace cuatro años vivió en su patrimonio una orden de reducción salarial a los militares y después, a causa de una bala que le destrozó una mano en combate, lo pensionaron al 60% porque simplemente no se “podía más”. Así que se dedicó al estudio de esa tecnología que ya se aplica en otras latitudes como EE. UU. o China, pero que en México está por decir lo menos, lejos. Señaló que México no podría tener ahora mismo soluciones tecnológicas de ese tipo, debido a que no se tienen garantizadas necesidades básicas que parecen más bien evocar el abandono de las policías mexicanas. Deficiente capacitación en derechos humanos y funciones de seguridad como primer respondiente; viáticos que cada persona debe pagar con su salario; sin condiciones adecuadas para descanso, ni de traslado; y con operativos en los que no sería extraño ver una resortera, pues hay balas encasquilladas (inservibles) y usan lazos en lugar de esposas para las detenciones. Sería inadecuado hablar de una tecnología que permitiría calcular milimétricamente capacidades y movimientos en cualquier lugar para garantizar la funcionalidad de la maquinaria militar mexicana, cuando el mensaje de la milicia en lugar de la policía parece más encaminarse a las deficientes condiciones de operación, condenándolos a cumplir una labor que pone en riesgo el desgaste de una institución en la que la percepción ciudadana ha depositado su confianza.