Se dice que el amor, el dinero y las guayabas nunca se pueden ocultar. Hoy, como consecuencia de la realidad que enfrenta México, bien se podría agregar la violencia a ese dicho popular. No se pueden ocultar los niveles de violencia que vive el país.
Por años, se han realizado desde la academia, sociedad civil, gobiernos u organismos internacionales, decenas o cientos de foros, eventos, mesas de análisis y congresos para analizar posibles rutas de solución a la creciente violencia que enfrenta el país y que hoy parece no tener fin. Una de esas rutas ha sido mirar hacia la legalización del cannabis.
Hoy, muchas personas están convencidas de que todos los lamentables sucesos que ocurren a diario, como lo registrado en Ayotzinapa hasta el “Culiacanazo” o el atentado contra la familia LeBarón, tienen que ver con el narcotráfico. A partir de ello, muchas voces concluyen que el problema está ahí y medidas como la legalización del cannabis, un mercado ilegal que según algunos estiman en un valor aproximado de 150 mil millones de dólares, sería la solución para frenar gran parte de la ola de violencia que cada año registra más homicidios.
Suponiendo sin conceder que la legalización del cannabis es una solución adecuada para atender el fenómeno de la violencia, enfrenta dos retos. El primero, que, si bien no se pretende abordar temas de salud en este espacio, ser legal no quita lo nocivo de sus efectos en la salud de las personas, más aún en un país que hoy tiene un sistema de salud rebasado, entre otros temas, en lo que corresponde a la atención de enfermedades crónico-degenerativas como la diabetes o el cáncer. Pero el segundo y no menos importante de los retos que enfrentaría esa legalización, es pensar que con eso se puede erradicar o al menos contener la violencia.
Esa óptica legalizadora que vincula al cannabis con al menos gran parte de la violencia que ocurre en el país, significa no entender la dimensión de un problema que va mucho más allá del narcotráfico. El problema que se debe atender para contrarrestar gran parte de la violencia que se ve todos los días en los encabezados y que han hecho levantar la ceja a más de uno dentro y fuera de México, se llama delincuencia organizada, que muchas veces ni siquiera se acerca al tema de drogas. Por ejemplo, tráfico de armas o trata de personas.
El fenómeno del narcotráfico no es menor en el mundo. Se debe dar una debida dimensión para no confundir la magnesia con la gimnasia. Dentro del universo de más de veinte delitos de delincuencia organizada reconocidos en convenciones internacionales en las que México participa, solamente uno de ellos es el narcotráfico y dentro de éste, solamente uno de tantos tiene que ver con el cannabis, es decir, hay muchos tipos de droga que forman parte del catálogo del narcotráfico.
Si el objetivo es legalizar el cannabis para resolver problemas de violencia en México, eso quedará como una nota al pie de página y peor aún, quizá aquellos delincuentes que hoy se dedican a un mercado que dejaría de ser ilegal, incursionarían en otros delitos como extorsión y secuestro, cuyos efectos no están en duda, contribuyendo aún más a que, tal y como sucede con las guayabas, sea imposible ocultar y el país siga enfrentando sin respuestas adecuadas uno de los mayores retos que ha enfrentado en su historia, la violencia.
* Abogado especialista en análisis de políticas públicas en materia de justicia y estado de derecho.