Morris Gilbert es un buen productor. Ha superado el gusto personal y desde hace algún tiempo piensa casi exclusivamente en el público. Que la obra no sea muy larga, que siempre esté sucediendo algo, que esté dirigida en base al ritmo... Y que haya alguna sorpresa intrínseca.
I.D.I.O.T.A. tiene todo eso. Súmenle la presencia de dos actores taquilleros. Pero también el cuidado que sus niveles actorales estén parejos, que se puedan echar un mano a mano y no por brillar uno el otro desaparezca. Después, cereza en el pastel, un tema no solo actual, sino que hable directamente a los miedos del espectador.
Estos elementos, los mismos que hicieron exitosa La dimensión desconocida de Rod Serling en tv, los tiene esta obra del catalán Jordi Casanovas. La idea se antoja simple: una persona termina en la trampa de un grupo de científicos que pretenden demostrar que la inteligencia se puede cultivar en situaciones extremas. Para ello toman un idiota que, como lo es, firma lo que sea y se obliga a sí mismo a responder enigmas de pensamiento lateral mientras los científicos amenazan a sus familiares y amigos.
Pero amenazas en serio. Cortada de manos, aventada de escaleras y así. El idiota tiene que reaccionar y demostrar que el cerebro es un músculo. Ahora, ¿estoy revelando la trama? No, solo la sinopsis, porque el desenlace es otro, y tan bueno que no se los voy ni a insinuar.
A Jesús Ochoa e Itatí Cantoral ya solo les falta el ritmo que se alcanza con el correr de las funciones. Fuera de eso, tienen la química necesaria y la altura emocional para el mano a mano. Destaca, además, el tercer actor de la obra, la fantástica escenografía de Jorge Ballina que, en este caso y a diferencia de su prima hermana El curioso incidente del perro a la medianoche, no estorba y resulta atractiva, rítmica y precisa.
Agradezcamos entonces a Morris Gilbert el esfuerzo de pensar en aquellos que llegan de la oficina corriendo en viernes al teatro y no pueden seguir trabajando, pero quieren ver algo inteligente. Bien, señor productor.