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El hijo incómodo de un poderoso político

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  • Raúl Martínez

Álvaro nació entre pañales de seda. Fue el segundo de tres hijos de un poderoso político, que por su inteligencia, escaló desde joven los peldaños del poder y la riqueza.

Se sentía orgulloso de su vástago por ser varoncito e imaginó que cuando creciera iba a ser tan destacado como él.

Álvaro creció entre mimos, halagos y adulaciones. Era un niño rico que todo lo merecía y si no, de todas formas se lo daban.

Cuando no le concedían lo que pedía, hacía tremendos berrinches y aventaba todo, incluyendo la comida.

Su madre se dio cuenta que el niño se había vuelto caprichoso, trató de corregirlo y lo dejaba que hiciera su berrinche hasta que se quedaba dormido.

Pero Álvaro también era manipulador, ya que al otro día se quejaba con su padre y con sentimiento volvía a llorar y acusaba a las nanas y a su madre de que le habían pegado.

Su padre montaba en cólera y en más de una ocasión despidió a las sirvientas, y de manera grosera le reclamaba a su esposa por el trato dado a su hijo.

Como nunca le pusieron límites a tiempo, Álvaro siguió siendo caprichoso. En el colegio donde estudiaba la primaria era insoportable y agredía a los niños que le caían mal o veía indefensos.

Los padres de sus compañeritos se quejaron, pero por ser hijo del poderoso político, siempre lo protegían.

Ya en la secundaria se les escapaba a los escoltas que lo cuidaban y se iba con su pandilla a fumar, y algunas ocasiones hasta probaron el licor y además gustaban de la pornografía y debido a esas francachelas, varios de sus guardaespaldas fueron despedidos.

En la preparatoria quedó demostrado que Álvaro era inteligente, pero no estudioso, por eso les pagaba a los más aplicados para que le hicieran los trabajos y le pasaran los resúmenes y tips para aprobar los exámenes.

Así que a sus 17 años, con mucho dinero, el apoyo incondicional de su papá, quien estaba en la cima del poder, Álvaro comenzó a frecuentar antros en su automóvil deportivo, probó las drogas y cometió desmanes.

Obviamente sus padres nunca se enteraron, pues el astuto joven hizo cómplices a sus guardaespaldas. Ellos se encargaban de tapar todas sus “travesuras”.

A los 23 años se graduó con honores de una licenciatura. Su padre era el más orgulloso. Estaba seguro de que iba a ser un triunfador y llegaría tan alto como él .

Como premio, su padre le pagó un largo viaje a Europa, como él y su hermano lo habían hecho en su juventud.

A su regreso, su padre le facilitó recursos para que montara su empresa propia y de paso, blanquear un capital malhabido y oculto en Islas Caimán.

El negocio era tan fácil y con un capital que no le costó ningún trabajo, que al paso de los años aquel trabajo se tornó aburrido, por lo que Álvaro se dirigió a Nueva York, pues en su estadía en Inglaterra se interesó mucho en los negocios de superación.

Allá descubrió una empresa que era ya muy conocida, dedicada a la capacitación y motivación de personas o grupos con el objetivo principal de hacerlos triunfadores.

En Estados Unidos buscó contactos para saber más de ese negocio, que al parecer era muy próspero, y tenía algunas cosas que le agradaron, como fue la dominación de sus miembros, la mayoría jóvenes y bellas mujeres que no solo pagaban, sino que su compromiso era reclutar a otras chicas adineradas.

Cuando se contactó con el gurú, le dijo que a él le interesaba obtener alguna franquicia para operar en México.

Hablaron claro, ambos se interesaron... tuvieron muchas pláticas. En pocos meses Álvaro ya estaba bien enterado sobre la forma de operar del negocio de superación y motivación.

Como el gurú ya estaba enterado que el padre de Álvaro era un poderoso político, le sugirieron que invirtiera y que tendría jugosas ganancias.

De nuevo, Álvaro solicitó a su padre el dinero suficiente para emprender su fabuloso negocio.

En los siguientes años de manera inteligente, Álvaro urdió tener un perfil de profesionista, pues le interesaba mucho que no se dieran cuenta que su giro era negro, pero no perdía la oportunidad de aparecer en las revistas rosas como el soltero más cotizado.

Logró su objetivo, pues al paso de tres años todos hablaban de él, pero como un triunfador, por lo que cientos de políticos y empresarios decidieron tomar sus cursos, y con ello se demostró a sí mismo que no necesitaba de las influencias de su padre para triunfar.

Cuando se echó al bolsillo a toda la sociedad decidió casarse con una mujer divorciada y a partir de ese momento comenzó a vivir una doble vida; la de buen esposo y padre. Y en su oscuro negocio de esclavizador sexual.

En los siguiente cuatro años, todo fue felicidad y prosperidad para Álvaro, pero no faltó una discípula que denunciara a la agrupación, lo que dio pie a que otras víctimas delataran ante la Policía no solo que les habían lavado el cerebro y despojado de su dinero, sino que las habían esclavizado sexualmente.

Se destapó la cloaca, la grandeza de Álvaro se derrumbó, fue detenido y acusado de trata de blancas, estafa y perversión, ya que muchas de las víctimas resultaron ser hijas de familias de la alta sociedad.

Su padre, el poderoso político, desconsolado se pregunta hoy en qué falló, al tiempo de lamentar que su hijo ya tiene 43 años, mientras él ya estaba en la cima de su carrera apenas a los 40.

Su error fue no ponerle límites a tiempo y tarde comprendió aquel poderoso político que la mejor herencia no es el dinero, sino la educación que comienza en casa desde la primera infancia.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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