El sismo del 19 de septiembre de 1985, a las 7:19, que afectó el Centro y parte del Occidente del país, fue el parteaguas para crear un Sistema Nacional de Protección Civil. Ese sismo tempranero, con una intensidad de 8.1, sacudió el suelo por más de dos minutos provocando un saldo oficial de más de 3,600 muertos y 50 mil lesionados, 250 mil personas sin hogar, además colapsó o daño gravemente a más de 770 edificios y afectaciones a miles de inmuebles. Extraoficialmente se ha considerado que dejó más de 10 mil muertos.
México se encuentra en una zona de alta sismicidad debido a la interacción de cinco placas tectónicas: la placa de Norteamérica, la de Cocos, la del Pacífico, la de Rivera y la placa del Caribe. Por esta razón no es rara la ocurrencia de sismos. En 2022 se registraron más de 28 mil sismos en el año, con una intensidad mayor a 3 grados, y este 2023 llevamos más de 16,700, según el sismológico de la UNAM.
Han sido 38 años en donde se han llevado a cabo simulacros, se han ajustado los reglamentos de construcción, se implementó la alarma sísmica en la CdMx, para sismos con epicentro en las costas de Colima, Jalisco, Michoacán, Guerrero y Oaxaca, que les dan algunos minutos a los ciudadanos para prepararse para cuando llega la onda sísmica a la capital. Sin embargo, no todos tienen ese privilegio a pesar de que el Sistema de Alerta Sísmica Mexicano, de la Secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana, informa que hay 96 sensores a lo largo de la costa del Pacifico desde Bahía de Banderas en Nayarit, hasta el Istmo de Tehuantepec en Oaxaca y que en ocho ciudades se cuentan con alarma sísmica: CdMx, Morelia, Puebla, Chilpancingo, Acapulco, Oaxaca, Colima y Guadalajara, donde nadie sabe nada de alerta sísmica.
¿La sociedad está mejor preparada para hacer frente a estos eventos? Considero que sí. Se tiene más información oportuna, pertinente y eficiente sobre el lugar donde nos encontramos, sabemos cómo actuar ante un sismo, hay mejor coordinación entre las autoridades, hay herramientas tecnológicas con información para la eficiente toma de decisiones. Todo lo anterior puede ser la diferencia entre sobrevivir o no a un sismo.