¿Te crees mucho?
Desde la antigüedad más remota -en éste espacio hemos de referir solamente nuestra antigüedad- es decir, la organización de la sociedad prehispánica sustentada en castas, la misma que definía a las clases de menor jerarquía en el espectro social, como maceguales. Asimismo los prisioneros capturados en batalla, eran considerados esclavos.
El concepto de esclavitud, dista por cierto de la concepción moderna a partir que del tráfico de seres humanos se dio, durante la invasión europea.
La organización virreinal, clasificó a los habitantes de las naciones conquistadas, en castas, a partir de las diversas etnias. Siendo los europeos, los de mayor linaje. Los demás eran inferiores en escala descendente. Oprimidos y opresores.
La tragedia del pobre, socialmente hablando, del clase mediero aspirasionista, consiste en renegar de su estatus, dentro del esquema de las sociedades industriales y ahora cibernéticas. El creer que es rico siendo pobre y discriminar a sus iguales por serlo. La tendencia es cambiar su hábitat, si ha migrado a la ciudad, o de un barrio a fraccionamientos “Chipen”. En donde sus hijos puedan asistir a colegios ídem. Y relacionarse con “clases superiores”. Aunque no niegue la cruz de su parroquia.
Con algunos de nuestros paisanos sucede algo similar, viajan “al otro lado” en busca del sueño americano, vuelven a México “hablando” “champurrado” [espangles]. Ya en el siglo anterior, Gabriel Careaga consiguió un éxito inusitado con su texto, al internarse en el intrincado esquema de las aspiraciones de ese grupo social [Mitos y fantasías de la Clase Media en México, Cal y Arena editores]. Dice: “Mitos y fantasías de la clase media en México enfoca el fenómeno de la aparición de la clase media en una sociedad poco desarrollada. Por lo tanto, es una muestra de un sector fundamental de nuestra sociedad que aún no logra situarse en su contexto específico y vive sobre la base de espejismos heredados de culturas ajena. Este libro es un estudio dinámico de nuestra clase media, tras su aparente ironía, subyace en él una realidad insoslayable que se expresa a través de sus propios mitos y fantasías”.
Lo verdaderamente grave del asunto, y deplorable, es que las más de las veces, esa desmedida ambición, se transforma en enfermiza obsesión, lo que discurre en odio al origen y pérdida de la conciencia de clase. Ser rico a cualquier precio. Arribismo. Magistrado, diputado, rector. Delincuente de cuello blanco. Narcotraficante.
Conozco al hijo de un banquero de la década de los sesenta, que se jacta de no pasar la frontera de la Calzada Independencia, aunque no se le conocen segundos pantalones ni dinero para pagarse una taza de café. Aborrece por cierto, al partido en el poder y cobra su pensión universal. Saludé amablemente, antes de la pandemia que nos aqueja, en un conocido restaurante de la avenida Rubén Darío de Providencia, al ex director de la Filarmónica de Jalisco Guillermo Salvador. Fingiendo desconocerme, respondió soberbiamente: ¿Quién es usted? Su inmortalizador. Dije. ¿Y usted amable lector Se cree mucho?