Todos llevamos dentro de nosotros un museo íntimo, no del todo prestigioso. En el mío hay una habitación en la cual guardo los sellos de los litros de leche, delgadas láminas rojas y azules, éstas últimas tapaban leche de mejor calidad.
Mi madre ponía la botella en el pretil de la ventana pues el refrigerador había desaparecido en no sé qué despeñadero de las fianzas familiares. Una envoltura de queso fresco marca Supremo. Una bolsa de papel estraza en la cual la panadera depositaba el pan de la mañana y de la noche: panificadora Nuevo León. Un bote de cartón de avena Quacker. Boletos de a treinta y cuarenta centavos de los camiones Mariscal Sucre, Santa María, Arcos de Belén.
En el centro de ese museo personal hay una televisión encendida todo el día, una Admiral de maderas rojizas: bulbos y cinescopio, dos palabras clave en esa vida. Los usos múltiples del bicarbonato de sodio: para lavarse los dientes, para eliminar los malos olores del sudor, una pasta húmeda en el lavabo del baño y, desde luego, una cucharada para mitigar los excesos de la comida.
Las cafiaspirinas, gran panacea de mi madre, dos tabletas después de la comida para fortalecer la vigilia y las ganas de vivir. El cepillo de carey con que mi madre se desenredaba el pelo frente a la luna biselada; pagaría por tenerlo de vuelta en la casa, algo del olor dulce de mi mamá.
Cómo no poner en un lugar especial de ese museo interior al campeonísimo Necaxa, cuatro nombres: Antonio Mota, Papá Majewski, Chatito Ortiz, el Fu Reynoso. Está bien, agrego uno: el Japo Magaña, y otro: Javan Marinho. La provincia de la infancia, imborrable.
La fotografía del día en que mi madre me llevó a ver la placa del Parque España que su padre inauguró en 1921. Mi madre, apenas lo descubro, soy idiota, nunca superó la pérdida de su padre cuando ella tenía trece años. Lo adoraba y siempre lo buscó, incluso en su marido y sus hijos.
Sé que me perdonarán esto: el primer juguete de mi hija y de mi hijo, el día que supe que un padre es un padre y que hay que hacerse cargo. Ese objeto ocupa un lugar importante en la sala principal.
Todo museo interior debe desatar los fantasmas que llevamos dentro.
Rafael Pérez Gay
@RPerezGay