Desgracia: no he asistido a las corridas de aniversario de La Plaza México. El toreo llegó a México casi tan pronto como los primeros españoles. La primera corrida en la América continental tuvo lugar muy cerca del Zócalo, en la Plaza del Volador en el año de 1529.
La Plaza de Toros México, también llamada la Monumental, empezó su vida en el año de1945 del siglo pasado como resultado de un ambicioso proyecto del empresario yucateco Neguib Simón Jalife.
Según me contaban mi padre y mi madre, en una barrera de sombra se sentaban cada domingo, codo a codo con María Félix y Jorge Negrete. Una mala tarde, como se dice en los toros, hubo que vender las barreras al mejor postor. Pero mi padre nunca dejó de ir a la Plaza.
Me llevó por primera vez en el año de 1969. Papá fue garcista, por Lorenzo Garza; luego, con los años, admiró a Manolo Martínez y se volvió un gran martinista. No le gustaba Eloy Cavazos: “torea rápido, como un rehilete, como torero de pueblo”, decía. No le disgustaba el Curro Rivera.
A éstos los vi desde el primer tendido de sol, ahí mi padre me explicaba las suertes del toreo. Y me aficioné. Le encantaba por cierto Silveti hijo, parado sobre sus dos piernas maltrechas jugando al suicidio que un día consumó fuera de la Plaza. Encontró en Ponce al torero de su vejez. Le parecía poderoso y refinado, valiente y con mando, una dosantina de Ponce lo enloquecía. Tenía 86 años y yo pensaba que le iba a dar algo allá en el primer tendido. José Tomás lo hipnotizaba, lo paralizaba. Lo vimos hacer dos faenas de antología.
Mi padre era una enciclopedia del toreo. Sé muy poco, nada, diría yo, comparado con sus conocimientos taurinos. En su vejez, yo le decía que sus domingos de juventud eran los de un vago feliz: en la mañana, futbol; en la tarde, toros, y en la noche el Frontón México.
Lo acompañé muchas veces a este sueño que se parecía mucho a la felicidad. Y claro, me volví vago también, tengo alma de vago, pero luego algo me pasó y perdí a ese hombre libre de los domingos, pero esa es otra historia.
Usted lo sabe, un movimiento social no poco numeroso odia las corridas pues las considera la tortura de un animal. Esa polémica está viva y tal vez la pregunta es si la tauromaquia desaparecerá o sobrevivirá a sus detractores. Pero, ¿y el vago perdido?
@RPerezGay