Mientras los animalistas y algunos empresarios no poco voraces se oponen a las corridas de toros en la Plaza México, se me ocurrió pensar en qué se convertiría esa zona de la ciudad. Tengo la impresión de que podría transformarse en una gran plaza comercial, estacionamientos, vendimia, acomodadores, comercio informal. Tal vez a los animalistas les parezca mejor todo ese caos sin regulación que una corrida de toros. Y los vecinos de esa zona deben estar felices. De acuerdo, cada quien puede pensar como le dé su regalada gana.
También es verdad que cambiaría el rostro de esa zona de la Ciudad de México. Al parecer tampoco importa, le meten mano a la ciudad a cada rato y nada pasa. Pienso qué pasaría si en Sevilla desapareciera la Maestranza para poner en su lugar tiendas y comercios.
Si triunfan los empresarios y los animalistas, desaparecería la Ciudad de los Deportes y sus alrededores. El Estadio Azul fue inaugurado en 1921 y la Plaza de Toros en 1946. La Plaza fue construida en las ladrilleras de la colonia Noche Buena; Neguib Simón Jalife, autor de la idea de una ciudad de deportes con estadios, frontones, albercas, restaurantes, estacionamientos no vio su sueño cumplido. En esa zona, cuenta Jorge Alberto Manrique, había hornos y ladrilleras y en las oquedades se construyeron el Estadio Azul y la Plaza México. Como se sabe, el proyecto y construcción de la Plaza estuvo a cargo del ingeniero mexicano Modesto C. Rolland. Se trata de una gran construcción dentro de la cual hay obras escultóricas, muchas de ellas concebidas por Alfredo Just.
Y qué más cambiará cuando desaparezcan el estadio y la Plaza: el parque público Luis G. Urbina, mejor conocido como Parque Hundido, y la colonia Del Valle que un día fue un gran huerto.
Seguramente serán prohibidos los toros en la Ciudad de México. Acabarán con el toro de lidia y con una zona de la memoria de la ciudad. Ni hablar, pero que no nos vengan a vender a los taurinos que se trata de evitar el maltrato animal; la verdad es que se trata de hacer un grandísimo negocio. Los animalistas, un tanto inocentes, no alcanzan a ver la delgada línea que separa la destrucción del gran negocio, la memoria rota por la codicia de la urbanización. Así hemos destruido grandes zonas de la ciudad. Y sí, en efecto, diremos adiós a los toros en la Ciudad de México. Como dice un amigo: estamos locos.