El próximo 26 de noviembre, la Selección Mexicana se enfrentará a su similar de Argentina en la Copa del Mundo de Qatar. Faltan, para ese enfrentamiento, 177 días.
Hoy el equipo dirigido por Gerardo Martino se enfrentará a la selección de Uruguay en un partido de preparación que se llevará a cabo en Phoenix, Arizona. Ayer miércoles 1 de junio, fuimos testigos de una estupenda exhibición de los argentinos, en la llamada “Finalissima” jugada en el Estadio de Wembley, en Londres, Inglaterra. Con el liderazgo excepcional de Lionel Messi, le dieron una paliza al representativo italiano. El 3-0 con el que concluyó el marcador se quedó muy corto para las diferencias que vimos sobre el terreno de juego.
Esa “Finalissima” es el nuevo invento de alta competición, uno que enfrenta al campeón de Europa contra el campeón de América. Pero ese no es el tema de este escrito. El punto es establecer, a partir de esto que vimos ayer y lo que veremos hoy por la noche, una comparación entre los dos procesos que enfrentan las selecciones mexicana y argentina. Hay quienes piensan, los optimistas, que México le puede y debe ganar a Argentina en Qatar… Mínimo un empate, que sumado a los tres puntos que se cree se obtendrán en el debut mundialista contra Polonia, y los tres más segurisísisimos que se tienen ante Arabia Saudita, pondrá a los nuestros como líderes de su grupo.
Intentando ser realista, va a ser muy pero muy complicado que se le pueda sacar aunque sea un empate a los argentinos. Con la dirección técnica de Lionel Scaloni vienen no solo ganando títulos, sino jugando bien, dominando un sistema de juego y con una alineación base, incluidos los cambios. Todo lo contrario pasa con la Selección Nacional Mexicana. Acá se sigue experimentando y probando.
Más allá del talento que cada selección tiene (absolutamente incomparable), hay un desequilibrio en el proyecto y en los procesos de trabajo. Si no se reconoce esto, no habrá manera ni de crecer un poquito de aquí al 26 de noviembre.
Rafael Ocampo