La violencia en el futbol mexicano no puede ser declarada como un fenómeno erradicado. Y no es que nadie textualmente diga que se ha extinguido, pero en los hechos se actúa como si esto ya se hubiera logrado.
La violencia en las tribunas de los estadios y en las explanadas y vías de acceso a éstos, está latente y cobra vida al menor descuido, bajo las formas más inesperadas inclusive.
La jornada de la Liga Mx que concluyó el fin de semana pasado reportó dos sucesos graves, que alcanzaron espacios en medios de información especializada y en innumerables impactos en diversas redes sociales.
En Puebla, en la explanada del estadio Cuauhtémoc la noche del viernes pasado. Una riña entre comerciantes que terminó con la muerte de una mujer. Y la noche del sábado pasado una trifulca entre aficionados rivales en las tribunas del Estadio Universitario, sede de los Tigres, que esa noche perdieron el invicto ante el América.
Estos hechos violentos alejan a muchísimos aficionados que se sentían seguros acudiendo a un estadio. Pero también contribuyen a que muchos otros que pensaban acercarse por primera vez, con un plan que incluía llevar a sus hijos pequeños, se desistan.
La violencia no solo genera muertos y heridos. Lástima la economía de los clubes.
La Liga Mx debe retomar y renovar los controles que sustancialmente se crearon para inhibir de forma efectiva a los violentos. Si el Fan ID quedó rebasado por las razones que fueran, se deben implementar otras medidas que resulten efectivas. La lucha contra los violentos es una lucha ganable.
Lo primero que se requiere para ganar esta guerra es reconocer la realidad que se enfrenta en este campo y poner los recursos materiales y humanos que sean necesarios. E insisto, no confiarse nunca, no dar por sentado nunca que las cosas por sí mismas van a funcionar. Doy por sentado que para ganar esta guerra lo más importante es la educación del aficionado.
