Hay razones fundadas para que la Comisión Disciplinaria, de oficio, le abra un expediente al árbitro Marco Antonio El Gato Ortiz. Y digo que esa instancia es la que debe actuar porque dudo mucho que sea la mismísima Comisión de Arbitraje la que tome esta iniciativa.
Lo que está en juego es la credibilidad del futbol mexicano. Este personaje, a los ojos de muchos, se ha convertido en un árbitro proclive a favorecer al América en varios partidos en los que aparece como el juez central. Para no ir más lejos, se dice que así lo hizo en el juego entre Atlas y América la noche del pasado domingo. Marcó dos penaltis contra el Atlas y perdonó una expulsión a un jugador de las Águilas.
Ni al caso viene ahora mencionar otros casos recientes que ilustran su favoritismo.
La solución no es, como se ha sugerido en las últimas horas por parte de analistas y expertos, que no le vuelva a pitar al América. Eso sería una confesión de partes. Así, casi de forma gratuita. A Ortiz se le tiene que investigar, es decir, llamarle a declarar, confrontarlo con sus propios dichos, que responda, por ejemplo, al video que circula en redes donde se le escucha y ve diciéndole al americanista Cristian Borja que le perdonó la segunda tarjeta amarilla.
Si algo ha caracterizado el comportamiento de El Gato Ortiz en las polémicas anteriores es una especie de soberbia burlona, su renuencia a generar autocrítica en momentos que han crispado el debate nacional en torno a resultados futbolísticos.
¿De qué fuero goza El Gato Ortiz para desarrollar su carrera rozando la impunidad? ¿Es mucho pedir que lo investiguen y con ello abrir esta puerta que solo puede llevar a fortalecer la credibilidad de un deporte que tantos intereses involucra? Si deciden investigar a este personaje se manda un mensaje a todos los que ocupan este rol tan delicado.
Es momento de generar acciones. No nos acostumbremos a debates estériles.