Una descripción muy adecuada del bien común es la que nos lo presenta como "el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección". El bien común -que es bien para todos y para cada uno- en realidad comprende muchos bienes, precisamente por eso se dice que es un conjunto de condiciones, que en sí son bienes también. Estos bienes son los que permiten que personas y sociedades se desarrollen.
Como conjunto de condiciones estos bienes se deben hallar también armonizados entre sí, interrelacionados unos con otros. De ahí que se diga que el bien común no consiste en la simple suma de los bienes particulares de cada sujeto del cuerpo social. Si es de todos y cada uno, significa que integra los diferentes componentes y categorías sociales.
Algunas ideologías llegaron a plantear sus ideales sociales y políticos en dependencia de la toma del poder y de la destrucción de sus oponentes. Para unos se trataba de hacer desaparecer determinadas clases sociales, incluso por medios violentos, para otros había que eliminar ciertas razas. Nada más lejos del bien común que la exasperación de las oposiciones a través del odio, ya sea de clase, de raza o de cualquier tipo.
El bien común es tarea de todos, es tarea común; pero en su construcción juega un papel clave la autoridad pública. De ahí que la Iglesia nos recuerde que "La responsabilidad de edificar el bien común compete, además de las personas particulares, también al Estado, porque el bien común es la razón de ser de la autoridad política. El Estado, en efecto, debe garantizar cohesión, unidad y organización a la sociedad civil de la que es expresión, de modo que se pueda lograr el bien común con la contribución de todos los ciudadanos. La persona concreta, la familia, los cuerpos intermedios no están en condiciones de alcanzar por sí mismos su pleno desarrollo; de ahí deriva la necesidad de las instituciones políticas, cuya finalidad es hacer accesibles a las personas los bienes necesarios —materiales, culturales, morales, espirituales— para gozar de una vida auténticamente humana. El fin de la vida social es el bien común históricamente realizable".Aunque las personas que detentan la autoridad provengan de un determinado grupo, de una cierta clase, de un determinado partido, su papel como autoridades no debe ser parcial, pues están obligados, moralmente, a procurar el bien de todos, a fomentar y armonizar los esfuerzos para que se de ese conjunto de condiciones gracias a las cuales las personas y los grupos puedan realizarse y perfeccionarse.
Pedro Miguel Funes Díaz
Doctor en Teología