Un gobierno electo con 30 millones de votos, con un presupuesto de 6 billones 107 mil 732 millones 400 mil pesos y un presidencialismo como eje de la Cuarta Transformación, no lo tiene ni Obama.
¿Cuál es la diferencia de este gobierno con los anteriores? se preguntaría. La respuesta es muy simple: éste nuevo régimen trabaja y utiliza el gasto público para un proyecto político, no para los grupos de interés que hacían del erario una fuente inagotable de enriquecimiento.
No faltarán los vivillos, esos del viejo régimen de los tecnócratas que los excluyeron, como le ocurrió a Napoleón Gómez Urrutia, Elba Esther Gordillo y Manuel Bartlett Díaz, entre otros; y grupos locales en estados que saquen raja de la 4T, pero muy alejados escándalos como la “Casa Blanca”.
El perfil del PEF 2020 responde finalmente a un proyecto político que descansa en el reparto de dádivas, a través de los programas sociales que beneficia a más de 20 millones de mexicanos.
Y en efecto, el presidente no duda en acabar con el intermediarismo para hacerle llegar el dinero de apoyo a los beneficiarios, porque los mediadores eran del PRI, PAN o PRD disfrazados como agrupaciones sociales, brazos orgánicos de los partidos políticos para manipular los programas.
En el gobierno de la 4T se acabó el intermediarismo, porque ahora el gran intermediario será el gobierno de Morena a través de las oficinas gubernamentales, para maicear a 20 millones de potenciales votantes, más los sufragios colaterales de las familias beneficiadas.
A diferencia de su antecesor, el presidente en funciones sí tiene proyecto de nacional, populista o nacionalista, como quiera llamarlo, tiene ideología y partido, lejos de los escándalos de corrupción, de las casas blancas, la cuna de los nuevos ricos. En este régimen, se acabaron los “moches”, ahora la gran “mochada” (corrupción electoral) está en la manipulación social y política de los programas sociales para un hombre, un partido y un proyecto político diseñado en el modelo boliviano o venezolano, y no necesariamente reeleccionista.
Mientras otros presidentes ejercían el poder con la mira puesta en los bancos suizos, éste la tiene en un proyecto de Estado político monopolizador, unipartidista y presidencial, que fomente el estómago lleno, que motive el voto en masa: barriga llena, urna contenta; perpetuador del poder.