Si de alguna manera se puede calificar para los poblanos el año 2018 que fenece, bien le queda el de un “año trágico”.
Nos veníamos recuperando de un año 2017 doloroso por las víctimas mortales del terremoto del 19 de septiembre, así como de los daños materiales provocados por el sismo a edificios.
La sociedad poblana, como el resto de los mexicanos, traíamos arrastrando el duelo por el daño causado por las miles de muertes de la llamada “guerra” contra el narco, seguida de una estela de homicidios dolosos y asaltos de todo tipo.
La entidad, de la noche a la mañana, se vio envuelta en una ascendente escala de violencia ligada a la acción de grupos delictivos ligados al robo de gasolina.
En este contexto es cuando se cumple con el calendario electoral y las elecciones concurrentes, donde estuvieron en juego la gubernatura, 217 ayuntamientos y 26 distritos. Las campañas repercutieron en el ánimo de los poblanos por la confrontación política, generando síntomas de daños, como los causados por un sismo oscilante y trepidante.
Irónicamente, fue comparado a un “tsunami” el efecto electoral del avasallamiento de la campaña presidencial y local de Morena y sus aliados, con fuerte carga de odio que dividió a los ciudadanos.
Los poblanos, en lo particular, observamos con asombro los hechos de violencia el mismo día de la jornada electoral en las casillas de votación, clima que se extendió posterior al resultado de las elecciones, con la irrupción violenta de militantes de Morena a un centro de cómputo del PAN.
El proceso electoral ya estaba envenenado por la intriga y la impugnación al resultado de la elección de gobernador causó 5 meses de incertidumbre, motivada por la perversidad política, ambiente que pudo disiparse por el fallo del máximo tribunal electoral del país.
Entre los altos índices delictivos y las campañas de odio por motivaciones políticas, ocurrió el accidente trágico que terminó con la vida de la gobernadora, el senador, un ayudante y la tripulación.
El duelo de la sociedad tiene que resistir las posturas de odio y fobia, sin ninguna luz de paz y reconciliación. Así cierra 2018.
2018: año trágico, con odio y sin paz
- Nada personal
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Pablo Ruiz Meza
Ciudad de México /