Política

La explosión en Nohoch-Alfa: Otro incendio en el mar, otra vez fue el gas

El reciente accidente ocurrido en la sonda de Campeche en una plataforma de producción de gas nos confronta una vez más con la trágica realidad de los combustibles fósiles. Estos desastres son inherentes a la operación de la industria fósil y a un sistema que sacrifica personas y ecosistemas, no son casos aislados, ocurren frecuentemente en toda la cadena de suministro, este tipo de accidentes son la norma en la industria fósil. Es imperativo que las autoridades compartan las causas y los impactos de este siniestro, y es fundamental cuestionar la narrativa que se ha buscado instalar desde las industrias fósiles y desde los gobiernos de que el gas es un combustible limpio y seguro. Este accidente ocurre a unos días de varias declaraciones de autoridades estatales y federales, así como de compañías fósiles como TC Energía, que defienden los proyectos de gas como proyectos limpios y seguros, la realidad es contundente y clara: El gas no es ninguna de las dos.

Los riesgos asociados a las actividades de los combustibles fósiles son ampliamente conocidos, y cada vez que ocurre un desastre como este, evidencia la falta de seguridad y protección para quienes realizan estas labores peligrosas.

El gas, a pesar de ser promocionado como una fuente de energía más limpia, no es un combustible seguro ni limpio. Apenas hace dos años, fuimos testigos del desastre del "ojo de fuego", producto de la explosión de un gasoducto, y hoy volvemos a presenciar otro incendio en el mar causado por el gas. La ironía resulta insultante, especialmente cuando hace solo dos meses la Comisión Reguladora de Energía (CRE) publicó un acuerdo que considera al gas natural como energía limpia. La realidad es que el gas, o mejor dicho, el gas fósil, no puede ser considerado como tal, ya que presenta riesgos significativos para la seguridad de sus propios trabajadores, del medio ambiente y de las comunidades donde se asientan los proyectos.

Cada vez que se construye una nueva infraestructura fósil, como gasoductos, pozos o centrales de licuefacción, se están sacrificando nuevos territorios y se están abriendo nuevas oportunidades para desastres como el que estamos presenciando hoy. Estas instalaciones no solo representan un peligro inminente para las comunidades locales y los ecosistemas, sino que también perpetúan un modelo basado en la negligencia y la voracidad de una industria que prioriza el lucro sobre la seguridad y la sostenibilidad.

El accidente en la plataforma fósil, que ha dejado dos personas muertas, una desaparecida y ocho lesionadas, nos enfrenta a una realidad aún más dolorosa. Aunque se ha reportado el desastre, las causas del accidente aún no han sido aclaradas. Este hecho resalta la necesidad urgente de que estos incidentes sean manejados con total transparencia, esclareciendo las causas para evitar que las promesas de seguridad para quienes trabajan en este tipo de instalaciones sean simplemente palabras vacías.

Este trágico evento subraya aún más la importancia de exigir responsabilidad y rendición de cuentas a la industria de los combustibles fósiles. No podemos permitir que las vidas humanas y los ecosistemas sean sacrificados en aras de la ganancia económica. Necesitamos un cambio hacia un modelo energético que valore la seguridad, la sostenibilidad, el bienestar de las personas y el medio ambiente.

Es crucial que las autoridades, tanto gubernamentales como corporativas, asuman la responsabilidad de investigar y compartir de manera transparente las causas del accidente. Solo a través de la transparencia y la rendición de cuentas se pueden implementar medidas efectivas para prevenir futuros desastres y garantizar la seguridad de los trabajadores y las comunidades afectadas.

En conclusión, el accidente en la plataforma fósil es una trágica muestra de los peligros inherentes al gas como combustible y de la falta de seguridad en las operaciones de la industria de los combustibles fósiles. Debemos cuestionar y rechazar la idea de que el gas es una alternativa limpia y segura. En cambio, debemos impulsar una transición hacia un modelo que privilegie las necesidades de la gente, basado en fuentes de energía renovable que sean verdaderamente sostenibles y respetuosas con el medio ambiente. Solo así podremos proteger nuestros ecosistemas, cumplir con nuestros compromisos climáticos y desarrollar alternativas seguras que resuelvan las necesidades de la gente, especialmente de quienes viven actualmente en situaciones de falta de acceso y pobreza energética.

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Pablo Ramírez
  • Pablo Ramírez
  • Campañista de clima y energía en Greenpeace México.
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