Era de esperar que el amarillismo mediático y las redes estallaran contra la “brutalidad”, “estupidez”, “sinsentido” y “bestialidad” de algunas manifestantes que marcharon con motivo del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres.
En el ánimo de no seguir echando leña al fuego y recuperar la importancia de la marcha, quisiera recordar la función de los días internacionales. A decir de la ONU: “La celebración de los días internacionales nos da la oportunidad de sensibilizar al público en general acerca de temas relacionados con cuestiones de interés, tales como los derechos humanos, el desarrollo sostenible o la salud. Al mismo tiempo pretenden llamar la atención de los medios de comunicación para que señalen a la opinión pública que existe un problema sin resolver. El objetivo es doble: por un lado, que los gobiernos tomen medidas, y por otro que los ciudadanos conozcan mejor la problemática y exijan a sus representantes que actúen”.
Si nos apegamos a lo dicho por la ONU, la celebración del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres cumplió su cometido. Van unos cuantos datos para que usted saque sus propias conclusiones.
Según el reporte “Informe sobre violencia contra las mujeres”, publicado este 31 de octubre por el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad, el aumento de los feminicidios en México se ha comportado del siguiente modo: 411 en 2015; 602 en 2016; 741 en 2017; 891 en 2018 y 809 en lo que va de 2019.
365 municipios han registrado feminicidios, siendo Monterrey el primero de la tabla con 16; Culiacán con 13; Juárez con 11; Tijuana y Xalapa con 11 y Guadalajara con 10.
Suman 55, 716 las lesionadas de manera dolosa; hay 357 mujeres secuestradas; 2,666 extorsionadas; 1,248 niñas corrompidas; 326 víctimas de trata; 158, 425 llamadas de emergencia realizadas por mujeres violentadas; 4,543 abusadas sexualmente; 6,362 que sufrieron acoso u hostigamiento sexual; 3,272 violadas; 235,702 golpeadas por su pareja…
Por ello el día y la marcha, con todos los despropósitos patrocinados por quienes pretendían reventarla, cumplieron su misión concientizadora; lograron poner el foco sobre un gravísimo problema humano y social aún sin resolver, y que, por las cifras oficiales, va en aumento.
Por ello, más que contención para poner freno a las “vándalas”, urge una solución proveniente de las autoridades que garantice la integridad física y moral de la mujer en todos los contextos donde se desenvuelve, incluido, aunque duela, el familiar. _