La primera fue en uno de los muchos arroyos que lamen los cerros del Bachoco. Sabía que corría por ahí, pero el monte era demasiado agreste para creer que una mundialista de los 400 metros se entrenara entre tanta piedra.
“No seas güey –dijo mi amigo–. La morra solo corre por la arena. Es pesadísimo subir esas veredas, y si a la pendiente le sumas el pinchi calorón, ¡imagínate! Me la he topado dos veces”. La perorata cesó cuando en medio de un arroyito apareció Ana Gabriela Guevara dando zancadas cuesta arriba.
“¡Qué te dije cabrón! ¿Ves?”.
La segunda sorpresa fue en el estacionamiento del cine. Guevara bajó de un coche modesto. Notablemente preocupada, con su inconfundible vozarrón advirtió a la chica que le acompañaba: “Cuidado con la puerta, porque voy a salir cajeada”. Reímos, nos saludamos con un hola-buenas-noches y cada pareja a su sala.
La tercera fue leyendo el periódico. El encabezado decía algo así: “Desvíos por más de 100 millones de pesos en la Conade”. Lo comenté con ex corredores y conocedores del deporte. Ninguno daba crédito: “No lo puedo creer”, “Sigo con la boca abierta”, “Ella no tiene necesidad de andar en escándalos”.
Mi cuarta sorpresa brotó con su última declaración sobre la falta de apoyo a las atletas que ganaron el mundial de nado sincronizado: “Calzón de baño o traje de baño, es lo mismo, si tienen conflictos con los calzones, que se los quiten, pero yo no las mandé a vender calzones, ellas se pusieron a vender calzones. Yo lo único que dije es que si quieren seguir vendiendo, que sigan vendiendo, yo no las mandé, ese es el detalle. Pero si tienen conflictos con la ropa interior, pues que dejen de ponérsela…”.
La quinta sorpresa vendrá en el momento en que Ana Gabriela Guevara vuelva a dar muestra de lo que alguna vez fue: una competidora con garra y dignidad. Esto sería relativamente sencillo de lograr. Bastaría con disculparse por su patética gestión, aclarar los desvíos económicos que se le imputan, renunciar a su cargo y ponerse a la disposición de las autoridades.
Si después de ello queda libre de culpa, los arroyos del Bachoco la seguirán esperando. Quizá en ellos pueda reencontrarse consigo misma, corregir y retomar el rumbo para tratar de ser la persona que en algún tiempo admiramos.