Cuenta la leyenda que el Licenciado Cortés, líder de un sindicato de invasores, instruyó a algunos de sus agremiados para ocupar, o despojar, unos terrenos en el occidente del país. Dichos terrenos eran propiedad de un grupo de ejidatarios apodados “los Caxcanes”, a los cuales consideraban una presa fácil por tranquilos y pacíficos.
Es por eso que la caterva de invasores se preparó con machetes y viajó a bordo de un camión de redilas hasta tierras tonaltecas, pues, antes de cumplir con su misión tenían que ponerse de acuerdo (a mano) la lideresa de CROC-Tonalá, una tal Cihualpilli, misma que ya había sido regidora y diputada del PRI.
Al frente de la comisión sindicalista venia un sujeto de poca monta, bueno pal’ pleito y la trácala, apodado “el Nuño”, que después de dar su debido moche a la jefa tonalteca, se enfiló, con todo el sequito, al otro lado de la Barranca de Huentitán, con rumbo a Nochistlán, para establecer allí su campamento de “paracaidistas”.
Pero oh contrariedad, la información que tenían los invasores era falsa, pues una vez establecidos, se dieron cuenta que ese grupo de campesinos pacíficos, estaban representados por otro sujeto , igual o más bravo que “el Nuño”, me refiero a Pancho Tenamaztle, coordinador de la CNC en la región y amigo personal del presidente de la FEG.
Ya se imaginará usted, los cocolazos se pusieron de a peso y los del camión de redilas se tuvieron que regresar a Tonalá. “Quesque’ los campos de futbol no estaban empastados y había mucha tolvanera”, dijeron. Pero como nadie les creyó, me los retacharon de nuevo al otro lado de la barranca, ahora a Tlacotán, ahí, enfrentito de “Los Camachos”.
Y como era de esperarse, la bronca se armó de nuevo, pues también eran terrenos del Ejido. Sólo que esta vez, el pleito sí estuvo fuerte, tanto, que le quebraron los vidrios al camión de redilas. Por supuesto, a los invasores, todos descalabrados, no les quedó de otra más que regresarse rápido a los barrios de Tetlán y San Andrés, pues los de la banda de los vikingos les habían prometido hacerles esquina si algo salía mal.
Una vez que los de Tetlán dijeron que si le entraban al pleito, envalentonados de nuevo, “los paracaidistas” se fueron a juntar rocas y palos a la orilla del río, ahí pasando la Calzada Independencia, para trenzarse de nuevo con “los caxcanes”. Pero fue justo ahí, atrasito del Teatro Degollado, donde una morra bien trucha, conocida como la Bety, dijo: – “El rey es mi gallo” – y luego les arengó: – ¿Por qué no nos quedamos aquí?, está bien chido, miren, tenemos teatro, cantinas y los lonches de amparito nos quedan a solo una cuadra, la verdad es que está mejor que en cualquier otro sitio. Además, aquí juegan las chivas y venden tejuino y tortas ahogadas. Sin lugar a dudas, éste, queridos amigos, es el mejor lugar para vivir. Y justo fue así, querido lector, y no de otra forma, como se fundó Guadalajara un 14 de febrero de 1542. Y si usted no me cree, entonces dígame cómo fue entonces.