Hace un par de días escuché que las futuras autoridades federales en materia agrícola de este país fortalecerán la industria cafetalera mexicana para el siguiente sexenio. La verdad es que me dio un gusto tremendo dicha noticia. Sin embargo, también hicieron mención que la meta es incrementar la exportación de café al extranjero. Es en ese punto es donde encuentro un serio problema que denota él poco conocimiento del sector, ya que los precios internacionales del café son regidos por la bolsas de valores de Nueva York y Londres, mismos que responden a los flujos de la oferta y la demanda.
El punto del problema estriba en qué diez años después de su guerra, Vietnam comenzó a cultivar café en los campos que previamente habían sido devastados por millones de litros de agente naranja. Sí aunamos a lo anterior el ínfimo sueldo a los jornaleros en aquellas regiones del mundo, menos de un dólar al día, más las inmensas superficies de siembra, tenemos cómo resultado un nuevo jugador, de esos que juegan sucio, en la alineación de los principales países productores de café, el cual entró al juego a un directísimo tercer lugar. Por lo tanto, las altas producciones y los bajos costos en este país, propiciaron que el precio internacional desde mediados de los años noventa se fuera al fondo de la tabla de posiciones.
En esa época, los países productores cómo México y Brasil observaron cómo se desmoronaba el sector cafetalero. Los precios de compra para exportación eran inferiores a los precios de producción, lo anterior provocó que muchos cafeticultores abandonaran el oficio, vendieran sus tierras o que cambiaran su actividad productiva. El gobierno mexicano en ese entonces, para estar acorde con los procesos internacionales de mercado, deshizo el Instituto Mexicano del Café, instancia que apoyaba y daba certidumbre a los agricultores del aromático en su búsqueda de negocios por el mundo. A todas luces parecía que la industria había sido derrotada por goliza, con autogoles del propio gobierno.
Sin embargo, en Brasil, después en Colombia, seguidos de México y de los países Centroamericanos, las cadenas productivas voltearon hacía el mercado interno, dijeron: sí afuera no pagan por el buen café, pues enseñemos entonces a nuestra gente a consumir buen café y así poder tener un negocio justo y redondo. Las estrategias fueron variadas y algunas de ellas han funcionado muy bien, pues al cabo de quince años, el consumo per cápita en México, por ejemplo, subió de medio kilo al año a casi tres kilos de grano y aunque estamos lejos de los consumos por persona que realizan Alemania o Dinamarca, el futuro se siente promisorio.
Desde esta tribuna y con un espresso en la mano propongo que las nuevas autoridades incentiven el mercado interno y que fortalezcan las cadenas productivas, pues de ese modo todos ganan, los productores, los industrializadores, las cafeterías y por supuesto el consumidor final, ó sea, tú querido amigo que haces favor de leerme.
Mercado interno
- De café
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Oscar Riveroll
Ciudad de México /