El pasado 23 de Abril se celebró el Día Internacional del Libro, y como sucede durante los aciagos tiempos de la FIL, las sacrosantas redes sociales se vieron atiborradas por las listas de los autores y títulos favoritos de los sabios cibernautas, y también, claro está, por sus preclaras críticas literarias. Ya saben, qué sí Erik Trukutru de Suecia y Chin-Cham-Pu de China son los novelistas de cabecera, o qué sí con la pura mirada fulminante pueden incendiar libros de Paulo Coelho a diez metros de distancia. Así los inefables comentarios de la sabiduría jericayera.
Por mi parte, y sin alcanzar el inmaculado estado de “amante de la literatura” que casi todos alcanzaron este 23 de Abril, me sumo a tan grata celebración y hago tributo a un montón de autores y títulos qué en los últimos meses me he dado a la tarea de leer. Me refiero a esos escritores que residen en los municipios o poblaciones del mal llamado “interior del estado de Jalisco”, alejados del bullicio, la falsa sociedad y las mafias editoriales de la ciudad capital.
En esta maravillosa tarea que me impuse, he encontrado publicaciones por demás interesantes, las cuales nos muestran como fluye la vida y la sociedad en las pequeñas ciudades y las poblaciones rurales de nuestro país. Me he topado también con verdaderas joyas que, a pesar de ser de una belleza literaria extraordinaria, no pasan de las estanterías de la biblioteca municipal o del librero del señor cura en la casa parroquial.
Por ejemplo, hago alusión a autores cómo: Federico Munguía Cárdenas, Historiador y Cronista de Sayula, quien nos presentó en vida sendas obras cómo “La Provincia de Ávalos” o la biografía genealógica de Rulfo. Especial mención merecen además Don Jesús Negrete Naranjo de El Grullo, Norberto Servín de Tepatitlán y Doctor J. Ernesto Ramos Meza de la región Talpa y Ameca, quienes nos muestran con puntual atisbo los avatares históricos y sociales de su región.
En mi lista incluyo de igual forma a Moisés González Urista de la Unión de Tula y sobre todo a José Trinidad Lepe Preciado de Tonila, que tuvo a bien redactar, entre otros títulos, una magnífica obra llamada Pedro Zamora la Voz del Viento la cual pude conseguir después de dos años de búsqueda incansable y que leo y releo cómo sí de la Metamorfosis de Kafka se tratara.
Es menester aclarar que estos autores “provincianos”, carentes de apoyo de las grandes empresas editoriales, se enfrentan más que nadie a la deprimente industria de la lectura en México, y la mayoría de las veces, ellos mismos son quienes pagan la producción y distribución de sus textos; con la única y orgullosa retribución de escribir sobre sus terruños y sus personajes. Ante este escenario, sería bueno que algunas veces dejáramos a un ladito a las estrellas de la literatura mundial, aunque sea por un rato, y volteásemos a buscar y leer estas obras, pues siempre hay algo que nos puede sorprender, y muchas veces de manera muy grata.