En Sayula, al sur de Jalisco, es donde decidimos recibir este 2020. Y aunque lo anterior pareciera poco habitual, la realidad es que se trata del lugar ideal para pasar unos días alejados del jericayero bullicio en un entorno lleno de cultura, historia y deliciosa gastronomía.
En lo personal, visité muchas veces esa población, pero en esta ocasión me llevé una sorpresa, pues me tope con un montón de escombros a un costado de la parroquia, frente a la plaza principal y justo detrás de esos escombros, descubrí una hermosa y antigua capilla con todas las características arquitectónicas del orden toscano, es decir, con arquitrabes alineadas a las columnas, el friso severo y las cornisas rematadas con molduras dóricas. Y digo descubrí, porque esa edificación pasó desapercibida, para mí, todas las veces que fui al lugar.
Por supuesto, raudo y veloz, pregunté a mis anfitriones lo sucedido con los escombros y sobre la magnífica capilla que ahora se vuelve visible. Y como respuesta me informaron que todo es parte de una conflictiva moconovela sureña, pues los escombros pertenecen a lo que fue el jardín de niños “Celso Vizcaino” construido en 1942 sobre el jardín atrial de la capilla de “la tercera orden”, obra de la orden franciscana de los siglos XVII y XVIII, misma que me dejó maravillado.
Resulta que el General de mil batallas, Don Marcelino García Barragán, durante su gubernatura y en las postrimerías de la moda de comerse a los clérigos en el desayuno, ordenó la expropiación del atrio de la capilla, además de la construcción de un jardín de niños. Dicho “kinder” funcionó por muchos años hasta que fue reubicado y las instalaciones quedaron en el abandono. Sin embargo, en el trienio pasado decidieron convertir el sitio en un centro cultural, para lo cual se contrató a un joven arquitecto local. Aquí es donde comienza el embrollo, pues el proyecto del nuevo centro cultural no fue del agrado de buena parte de la población, por tratarse de una modificación “egolatra y posmodernista” del dichoso “kinder” (populi dixit). Y como puntilla dramática, el nuevo alcalde, que tampoco comulgó con el proyecto, instruyó tirar el antiguo jardín de niños en una sola noche.
Por supuesto que se arman los sombrerazos. El arquitecto de la obra y sus correligionarios se quejaron amargamente en instancias oficiales (sin mucho eco) además de hacerlo en varios medios de comunicación. Eso sí, curiosamente sin hacer mención sobre la capilla de la tercera orden. Mientras que los detractores de "El Páramo" aplaudieron la “azambranada” iniciativa del presidente municipal. Por cierto, hay quienes mencionan (off the record) que la demolición fue ordenada desde el centro del país, en un claro, “tu tírala después averiguamos”. Lo cierto, es que esta situación, además de abrir un debate cultural, que más allá de las sinrazones o de las razones del acto de demolición, nos da oportunidad de admirar un maravilloso edificio del siglo XVII.