Esta semana se ha multiplicado en redes sociales y en diversos espacios el himno feminista creado por el colectivo chileno “Las Tesis” titulado “El violador eres tú”, que ha traspasado fronteras y que suena fuerte en nuestro país en ocasión de hoy por el Día Internacional de la Mujer, establecido por la ONU en 1975 en homenaje a la lucha iniciada por trabajadoras textiles en 1911 en una fábrica de Nueva York.
“El patriarcado es un juez que nos juzga por nacer y nuestro castigo es la violencia que no ves. El patriarcado es un juez que nos juzga por nacer y nuestro castigo es la violencia que ya ves. Es feminicidio. Impunidad para mi asesino. Es la desaparición, es la violación. Y la culpa no era mía, ni donde estaba, ni como vestía. El violador eras tú. El violador eres tú”, son las frases que resuenan para visibilizar las exigencias legítimas de las mujeres.
Deconstruir la cultura del patriarcado ha sido el exhorto que en las últimas semanas ha estado pronunciando la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, explicando en diferentes espacios que para quienes crecimos en comunidades donde el machismo y la sumisión es lugar común, las violaciones a los derechos de las mujeres suelen ser ignorados, ocasionalmente porque ni siquiera se perciben o son consideradas como sutilezas.
Y aunque en la moda de la opinión pública e incluso en la vorágine política algunos se montan en el discurso en contra del patriarcado, muchos seguramente no lo entienden e incluso valdría la pena revisar cómo están esos temas en sus hogares, en sus centros de trabajo y en sus entornos inmediatos.
Lo que en mi caso yo puedo expresar es que desde mis tiempos de estudiante de la especialidad en adicciones en el Centro de Estudios Superiores Monte Fénix, presenté mi proyecto “Las relaciones codependientes de pareja: una adicción emocional y el surgimiento del grupo Codependientes Anónimos”, en el que se establece claramente que, dentro del guion de la forma de relacionarse de manera tóxica, el machismo y la sumisión juegan un papel determinante.
“De acuerdo con Stevens (1973, citada por Lara Cantú en 1993), tanto el machismo como la sumisión representan papeles complementarios en las relaciones entre hombres y mujeres, donde se comparten determinadas características principales. Para Lara Cantú (1993) tanto el poder masculino absoluto, como la pasividad y ‘santidad’ femeninas son mitos que ocultan estilos diferentes en el manejo del poder, impidiendo así que el hombre asuma su verdadera dimensión como un ser humano sensible y justo, mientras la mujer mantiene el control sin perder la imagen de buena y abnegada”, es una de las referencias que utilicé en ese proyecto.
Es justo en esos mitos, en una cultura que privilegia los usos y costumbres porque “mis padres me enseñaron que así es”, donde se esconde a veces con sutileza y otras con evidencia, el sistema patriarcal contra el que luchan las voces en este día.
Después de años de trabajar en el consultorio con adictos, codependientes, sistemas familiares con adicción-codependencia y, parejas con relaciones tóxicas, he podido constatar que en efecto esas creencias y patrones culturales son grandes obstáculos para la recuperación y homeostasis de las partes involucradas.
“No se qué consejos te está dando ese terapeuta”, “¿Qué tanto caso le haces a tus compañeras del grupo?” y frases similares son las que suelen expresar los hombres cuando sus parejas inician un proceso terapéutico ya sea por codependencia por convivencia con un adicto o por una relación tóxica, lo cual eventualmente sí logra intimidarlas, hasta que las contenemos y les explicamos sus derechos y entienden que parte del proceso de cambio es empoderarlas para saber poner límites y romper la circularidad patológica en la que a veces llevan mucho tiempo viviendo.
Si bien todos deberíamos estar de acuerdo con que todos los derechos son para todas las mujeres, como una obviedad, la realidad es que en muchos segmentos sociales prevalecen estas creencias anquilosadas y producto de una cultura muy arraigada.
Como alguien que ha trabajado de cerca con esta realidad y que tiene el compromiso de procurar bienestar en las personas y sus familias, suscribo que es importante seguir levantando la voz y darle visibilidad a las demandas de las mujeres que sufren cualquier tipo de maltrato o violencia, así como luchar por un mundo más sano, evolucionado, igualitario y equitativo para todas las personas, por el simple hecho de ser humanos.