Pasado mañana será año nuevo para una mayoría de la población mundial pero no para toda. Incluso en términos civiles, no lo será en Etiopía (que lo celebró en nuestro 11 de septiembre), en Irán y Afganistán (donde cayó en nuestro 20 de octubre) y en Nepal (donde lo observarán el 25 de marzo). E incluso hay países que sí han adoptado el calendario gregoriano para su vida civil —China, India, Israel, Serbia, Vietnam, entre otros— en que muchos no identificarán cultural y emocionalmente el 1º de enero como inicio de un nuevo año, como tampoco lo hará una parte de sus comunidades dispersas por el mundo.
Sirva para recordar que el cambio de año no es sino convención humana —aun si con base en la observación de fenómenos naturales que, sin embargo, son susceptibles de codificación a partir de otros criterios, organizados en sistemas calendáricos— y que, por tanto, no es sino el condicionamiento cultural lo que nos lleva a esperar que el cambio de año traiga consigo un cambio de status quo.
Esto se revela importante de cara a un 2021 anhelado como el fin de la pesadilla colectiva que hemos inscrito bajo el signo de 2020 pero que, en realidad, no parece tener condiciones para llegar a término pronto: hay vacunas contra el covid-19 pero no estrategia de vacunación clara en país alguno, el mundo se encuentra en una recesión económica cuyo comportamiento dependerá de variables sanitarias y políticas, nuestro país —entre muchos otros— vive una polarización que parece habernos conducido a un impasse al perseverar tanto el gobierno como las oposiciones en estrategias y discursos que hostilizan a la mitad de la población. Cuando despertemos el viernes, 2020 seguirá aquí.
Habrá, sí, transformaciones —culturales, sociales, políticas, económicas— que nos harán vivir en unos años vidas acaso irreconocibles, y que no hacemos sino empezar a atisbar con un margen de error altísimo. Lo nuevo no será el año sino el paradigma. Lo que comienza este viernes es el resto de nuestras vidas post pandemia.
Si no estuviera, como tantos, aterrado, diría que la perspectiva se antoja fascinante.
@nicolasalvaradolector