El Huracán Beryl nos vuelve a dejar en claro que hay fenómenos naturales que nunca vamos a poder controlar y que depende de lo preparados qué estemos como gobierno y ciudadanía poder atenuar los daños.
Guanajuato no tiene salida a ningún océano, estamos en medio, cual Bolivia en Sudamérica, nos libramos de huracanes y temblores por nuestra ubicación privilegiada en medio de montañas que se mantienen estables y aunque no tenemos huracanes de agua y viento, nos hemos estado enfrentando a uno en los últimos años y yo diría categoría 4, o sea, todavía puede empeorar.
Lo alarmante es que al parecer los gobernantes locales no se han dado cuenta, ni los salientes, ni los electos (de todos los partidos aunque siga predominando uno en especifico) aparecen diariamente en sus redes con la tranquilidad de un funcionario suizo cuyo única preocupación del día es que no vayan a fallar los experimentos del CERN que se encuentra instalado bajo sus pies o de tener un buen clima esa semana (bueno esta semana si tuvieron problemas de deslaves por tanta lluvia, inusual pero si pasó).
Nos quieren vender un Guanajuato de hace unos 10 años, cuando vivíamos tranquilos y éramos muy afortunados aunque no lo sabíamos, pensando que con una foto sonriendo y buenos deseos la violencia en el estado se va a “calmar” y lo que a mi me preocupa es que celebran cuando deberían estar preocupados y sobre todo actuando, no en reuniones locales, sino en Colombia o Israel buscando a los mejores perfiles en temas de seguridad para saber cómo le van a hacer para combatir a la delincuencia organizada y ojo: no mencioné Islandia…
Ojalá tuviéramos sus problemas, la realidad es que nuestros parámetros no son los del primer mundo. No ahora, ni tampoco creo que pronto. Aunque como buena idealista no pierdo la esperanza en que sí lo podemos lograr si empezamos por ver la realidad y partir de ahí, y no de universos alternos en donde “no pasa nada”.
Aquí hay un gran huracán que se estacionó y no ha parado, y lejos de hacer acciones para ir disminuyendo su fuerza y debilitarlo, los tomadores de decisiones se están haciendo de la vista gorda, intentando maquillar la categoría 4, como una simple tormenta tropical.
Nos toca a todos, pero si debemos empezar porque los gobernantes se tomen con seriedad la magnitud del problema, de otro modo este huracán va a continuar subiendo y esta vez a categoría 5, la más destructiva de todas, al grado que hasta a ellos los va a alcanzar.