Sociedad

Que las diosas las protejan

  • Criando Consciencia
  • Que las diosas las protejan
  • Nadja Alicia Milena Ramírez Muñoz

Que las Diosas de la rabia y el fuego sagrado guíen y acompañen a las madres y a sus hijos a salvo de las guerras del hombre.

No otra vez. No en otro lado. No lo de siempre.

En Palestina, en la guerrilla, en los vertederos de tu cuidad, en los hogares que realmente no lo son. 

La guerra se cierne de nuevo, visible y amenazante, saliendo de las sombras empieza a extender sus cenizas y nos asfixia a todas las madres del mundo, que con el corazón en un puño miramos a nuestros hijos a salvo en sus camas y solo podemos imaginar el horror que es tener que sacarlos de la cama para abrazarlos, esconderlos, y salir corriendo porque les llueven fuego y bombas encima.

Las mujeres paren, alimentan, abrazan, cuidan y sostienen el mundo. 

Y los hombres desde un botón vienen a echarlo encima de los hombros de nuestros hijos, de nuestros niños, de nuestros vientres abultados que querían guardar más tiempo a la cría pero que de miedo lo han arrojado al mundo, entre cenizas y pólvora, a un mundo que lo recibe en guerra.


La guerra no se siente igual cuando eres madre. 

La guerra te sabe a humareda cuando eres madre. 

Aún lejos y sentada en calma en tu hogar, se siente a las madres que se arman contra el narco, las que buscan a sus hijos en baldíos, las que caminan largas distancias huyendo de la muerte, las que entregan a sus crías a soldados enemigos, las que se avientan al mar esperando sobrevivir con sus bebés al pecho.

Cuando eres madre eres todas ellas, por un tiempo, porque aún tienes el privilegio de pretender sentir el horror, más no vivirlo realmente. 

Ojalá nunca, porque cuando te das cuenta que cualquier hombre puede arrebatarte la sonrisa de tus hijos desde una esquina, desde su lado de la cama o desde un consejo de guerra, la vida se te hace pesada, inútil, robada.

Que las Diosas Kali y Sejmet, con el poder del Sol y de los infiernos abrasadores y creadores sean capaces de acompañar a las madres que huyen y se esconden, que resisten para proteger lo que aún no les han quitado, que es la esperanza de sus hijos. 

Que la Abuela Araña teja alrededor del Sol, ese egoísta que quiere quemarnos a todos con su fuerza de mil batallas, una red más fuerte, para que su luz caliente, pero deje de quemar.


Que las diosas guerreras les den las armas para alzar el rostro y procurar sonrisas, que Nimue las lleve bajo el rio, seguras, envueltas en magia, fluyendo hacia un lugar donde los niños puedan jugar otra vez.


Que las Diosas protejan a las Madres y a sus hijos mientras llegan a salvo, lejos de las guerras del hombre.

Autora Nadja Milena Muñoz

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Foto. Septiembre de 1965, una madre con sus hijos cruza un río en Qui Nhon (Vietnam del Sur) para escapar de un bombardeo norteamericano. (Pulitzer 1965)

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