El PRI es una planta terca, de esas que terminan por sobreponerse a cualquier intento por erradicarlas. Y es que, como esas plantas, tiene raíces profundas, pero quizás ya no en donde solían estar.
El PRI de la Asamblea del domingo pasado es el mismo y es otro. El PRI está lleno de tradiciones que se convirtieron en leyes no escritas y en códigos de conducta. Los procesos democráticos internos no forman parte de este andamiaje. El tricolor nació para la disciplina caudillista y en esa línea se mantiene. En ese sentido, el que Alejandro Moreno alinee a las presuntas bases para armarse una reelección a modo nada tiene de sorprendente.
Pero el PRI es también otro. No podemos perder de vista que la disciplina le venía al partidazo de su control hegemónico sobre la vida política del país y, por ello, de su inmensa capacidad para otorgar puestos y prebendas a cambio de la lealtad de sus dirigentes y militantes. “El que se mueve no sale en la foto”, frase que suele atribuírsele al líder cetemista Fidel Velázquez, resume bien el intercambio de obediencia ciega a cambio de cargos públicos.
Pero, ¿cuál es la foto priista del proceso electoral 2024? Una instantánea bastante descolorida en la que por primera vez en su historia el partido no postuló a uno de sus cuadros para la primera magistratura, sino que tuvo que sumarse a la propuesta de su otrora archienemigo. Una foto que retrata apenas más de cinco y medio millones de votos, es decir, el nueve por ciento de los emitidos el pasado 2 de junio. La capacidad de maniobra de este instituto político ha quedado sumamente acotada.
Pero, decía al inicio que sus raíces permanecen, pero están en otro lado. Y es que buen número de los integrantes de la clase política del país son hechura priista migrada a otras siglas. Esto augura un PRI bisagra con grandes posibilidades de éxito. Un partido con correas de transmisión en otras formaciones políticas que le dan fortaleza en los procesos de negociación. Y de ello le puede venir un nuevo aliento y capacidad para volver a florecer en un suelo que siempre le ha resultado fértil.